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Carlos Infante esta al frente de su computador y recibe un mensaje en el imbox de su facebook. ¡Esta ocupado profesor? le pregunto y me responde: Estoy escribiendo ... Con las disculpas del caso le lancé algunas preguntas a propósito del 33° Aniversario de los Mártires de Uchuraccay,y afortunadamente me respondió.

Este año se celebra un aniversario más de la muerte de los periodistas en Uchuraccay, ¿Qué reflexión nos debe traer esta fecha para los hombres de prensa?

Generalmente, decimos que es un homenaje, no hablamos de una celebración. Es obvio que no se celebra una tragedia. Pero, viéndolo desde otro ángulo, la muerte, en ocasiones -y esta es una de esas-, puede alcanzar celebridad cuando se le ve desde el lado de la inmolación, desde el sacrificio. Era evidente que los periodistas partían a Uchuraccay consciente de los riesgos que implicaba un viaje en medio de una vorágine de violencia, en medio del fuego cruzado. Pero también, sabían que, si no lo hacían, no se conocerían las dimensiones del conflicto, de la tragedia que comenzaría a dominar los andes peruanos. La muerte de los ocho periodistas y de su guía –si de algo sirve la muerte- sirvió para establecer un antes y un después en el periodo más sangriento que le tocó vivir a la región y al país. Las lecciones para los hombres de prensa de estos tiempos es que la verdad, una verdad genuina, puede llegar a costar tanto como la vida misma.

Su padre fue una de las víctimas de Uchuraccay, ¿qué siente Carlos Infante hijo y periodista, cuando le toca hablar de esto?

Siento que es mejor hablar como periodista que como hijo. A pesar de haber transcurrido 33 años de los sucesos de Uchuraccay, a menudo suele quebrarse mi voz cuando hablo de ese sentimiento íntimo, cuando recuerdo como hijo, lo poco, pero intenso que viví al lado de mi padre. En cambio, como periodista, parece menos complicado porque intento recordar solo su lado profesional, su vehemencia y la pasión que le ponía a su trabajo en el diario Panorama. Pero, sea como periodista o como hijo, siento un profundo orgullo tanto personal como profesional.

Usted era muy niño cuando su padre falleció, que recuerdas de él. Fue su muerte la que lo motivó a ser periodista o porque eligió esta carrera.

La muerte le llegó a mi padre cuando yo tenía 11 años. Mis recuerdos, a poco más de tres décadas, ciertamente, son algo difusos. La imprenta de mi padre estaba de camino al Bosco, el colegio donde me formé en la etapa escolar; no había forma de no coincidir con él, tanto de ida como de vuelta. Era su apasionamiento el que me estimulaba. Tras su muerte conservé uno de sus máquinas, la más pequeña, con la que intenté hacer periodismo escolar. De allí vino mi interés por hacer prensa antes que radio o televisión.

¿En una fecha como esta que le diría a su padre, y que suele hacer Usted en esta fecha?

De estar vivo, en una fecha como esta volvería a decirle: gracias por abrir brecha en mi destino. Ahora, ya no voy a su tumba porque sus restos están en el cementerio El Ángel, pero, frente al óvalo del Periodista, donde solemos hacer el homenaje a su memoria y a la de los periodistas asesinados en esa época, procuro ratificar mis convicciones y ofrecer mis mejores esfuerzos a preservar su memoria.

Los hermanos Tipe, en el libro Uchuraccay, un pueblo donde morian los que llegaban a pie destacan la pasión por encontrar la verdad de los martirez, bajo esa perpectiva como ve el periodismo en la actualidad.

El libro de los hermanos Tipe no me provoca mucha emoción, tal vez sea porque todo lo dicho en ese ensayo, no sea más de lo que se ha dicho en distintos escritos. Casi reedita –con mejor estilo de escritura- lo señalado por los informes Vargas Llosa y la tesis de la CVR.

Pero, valgan verdades, el periodismo de estos tiempos, por propio esfuerzo, ha logrado tomar mucha distancia con el desempeño del periodismo de la época de la guerra interna. Hay poca capacidad de sacrificio, la verdad ya no es, ni siquiera, un objetivo inmediato, son otros valores los que definen la dinámica del periodismo actual. Por eso, hoy, la muerte de los periodistas en Uchuraccay camina por los límites del recuerdo, nada más.

Usted como docente e investigador ha escrito libros sobre historia del periodismo e investigaciones como “Canto Grande y las dos Colinas”, ha pensado en escribir sobre Uchuraccay en memoria de su padre, como lo titularía?

Hace tres años terminé una investigación sobre los mitos existentes en el Informe Final de la Comisión de la Verdad sobre el Caso Uchuraccay. Producto de aquel trabajo, vengo realizando un ensayo, que más parece un testimonio, sobre el tema. Espero terminarlo este año. El título irá abriéndose paso, aún no lo tengo, pero lo que sí puede decirte es que el libro une tres importantes episodios de la historia política contemporánea, en medio aparece la masacre de periodistas en Uchuraccay. Espero compartirlo una vez haya terminado el trabajo.

Cada año, en estas fechas vemos a las autoridades nacionales a tratar de copar escenario y hablar de la búsqueda de la verdad sobre el caso Uchuraccay, pero han pasado 33 años y los familiares no logran justicia. ¿Se encotrá la vedad? ¿Qué espera usted como deudo?

Hay varios tipos de “verdades”, una verdad científica, una verdad jurídica y una verdad histórica. Esta última, creo, es la más implacable. Ha logrado señalar la responsabilidad histórica de los responsables mediatos e inmediatos.

¿Qué espero? Realmente no espero mucho del Estado peruano. Pero sentiría algo de tranquilidad si el Estado peruano reconoce su responsabilidad política, histórica, jurídica y moral en la muerte de los periodistas.

En Ayacucho existe una escuela de Ciencias de la Comunicación, pero muchos estudiantes rechazan el periodismo, usted como docente como ve esa situación?

No sé si muchos estudiantes rechacen el periodismo. Lo que sí sé es que hay muchos egresados de la Escuela de Ciencias de la Comunicación que han abrazado la profesión, algunos lo hacen con mucho profesionalismo, otros evidencian aun cierta impericia. Pero, como todas las carreras, la experiencia y las circunstancias habrán de modelar su trabajo. Irán aprendiendo en la práctica e irán sacando lecciones de errores propios y ajenos. Eso es inevitable.

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