Luego de las lluvias, cuando el campo comienza a secarse, en los Andes se inicia otra etapa fundamental: preparar la tierra para un nuevo ciclo agrícola. Mientras el suelo aún está húmedo, los pobladores voltean la tierra para airearla y dejarla descansar hasta septiembre, cuando volverán las siembras.

En las comunidades andinas, la agricultura sigue siendo el pilar de la economía y la vida diaria. Por eso, cada año entre abril y mayo, se realiza la Chakmay Faena, una jornada comunitaria donde familias, vecinos y barrios enteros se unen para trabajar las tierras comunales. Más que un esfuerzo agrícola, es una verdadera fiesta de unidad y tradición.

En muchas zonas rurales, este tipo de faenas ha desaparecido, afectadas por la migración y la pérdida de organización comunal. Sin embargo, en los distritos de Ñahuimpuquio y Pazos, la Chakmay Faena sigue viva. “Esta costumbre ya estaba desapareciendo. Pero junto a las autoridades y la población estamos recuperándola, porque somos una zona agrícola y estas tradiciones deben seguir”, comenta Wagner Herrera, poblador de Ñahuimpuquio.

La jornada comienza temprano. Hombres, mujeres y jóvenes se preparan, y al amanecer, llegan al punto de reunión con herramientas en mano, acompañados del sonido del pinkullo y la tinya. Luego, organizados por barrios, marchan cantando y bailando hasta el lugar de trabajo, sin importar la distancia.

Al llegar, los comuneros realizan el chacchado de coca y comparten un sorbo de caña para fortalecer el cuerpo y el espíritu. “Vinimos de diferentes comunidades. Esta faena es solo una vez al año y la vivimos con mucha emoción”, señala Máximo Sedano, presidente de la comunidad de Pazos.
En Pazos, el trabajo toma forma de concurso: los barrios compiten por demostrar su fuerza y agilidad, una tradición que se remonta a épocas del incanato. En Ñahuimpuquio, en cambio, cada barrio trabaja en conjunto una parcela asignada. Lo importante en ambos casos es el sentido de unidad y la continuidad de una práctica ancestral.

Aquí no intervienen máquinas. Se utilizan herramientas tradicionales como la chaquitaclla y la picota, fundamentales para remover la tierra y mantener viva la técnica agrícola de los ancestros.
Tras horas de labor intensa, llega uno de los momentos más esperados: el almuerzo comunal. Grandes ollas traídas por las madres de familia se abren para compartir platos típicos como cuy al horno, pachamanca y patachi. “Todo lo que comemos lo produce nuestra propia tierra. Compartimos porque así nos enseñaron nuestros padres y abuelos”, señala Sergio Guzmán, presidente de la comunidad de Ñahuimpuquio.
La Chakmay Faena no es solo trabajo: es identidad, es herencia, es el latido de comunidades que, a pesar de los cambios, se resisten a olvidar de dónde vienen. Para muchos, fortalecer estas tradiciones requiere también mayor difusión y apoyo de las autoridades, porque en cada golpe de chaquitaclla se cultiva algo más que maíz o papas: se cultiva comunidad.