Lo ocurrido hace poco en Lima, en los distritos de la Victoria y el Agustino, es un indicador claro y contundente que la política pública de seguridad ciudadana de Dina Boluarte es un rotundo fracaso. La Victoria y el Agustino están ubicados a unos minutos de Palacio de Gobierno, y es penoso ver como ciudadanos tienen que tomar la justicia con sus propias manos en la capital del Perú por la ausencia del Estado. La inseguridad ciudadana y otros problemas sociales y económicos se han desbordado por culpa de este desastroso gobierno.

Y es que esto no es democracia, es en realidad una especie de regencia monárquica de facto de Alberto Otárola – quien tiene impunidad para beneficiar a sus amigos y amigas- ante la poca sustancia y la veleidosidad de Dina Boluarte. Su ineptitud e incapacidad la ciega para ver la situación real del Perú. Su corte de asesores, pequeños fouchés sembrados por el regente, le venden un país de maravillas que no es real.

Al igual que la guillotinada y detestada ex reina María Antonieta, quien residía en su burbuja de millonarias fiestas y pasteles, Dina opta por derrochar millones de soles en similares frivolidades como sus viajes de turismo financiadas con el tesoro público, que justifica con la mentira que son para buscar inversiones y capitales internacionales.

Esto se repite en los ministerios donde la caja chica de los despachos sirve para comprar los platos más costosos de restaurantes vip de Lima.  ¿A qué nos está llevando la regencia Otárola? A la deslegitimación no de un gobierno, sino de la democracia misma, y esta historia ya sabemos cómo termina, con un próximo gobierno dictatorial y facista, que Dios nos coja confesados.