Harry Belevan, diplomático y escritor.
Harry Belevan, diplomático y escritor.

El escritor, académico y embajador peruano ha emprendido un proyecto catedralicio, la publicación de su obra completa que inicia con los dos primeros tomos de «Textos» (Editorial Universitaria de la Universidad Ricardo Palma), una recopilación de lo que él llama “ensayos de envergadura, crónicas breves, pasando por artículos, apostillas, resúmenes y acotaciones menores hasta apéndices, escolios, recensiones, divagaciones y fragmentos”, escritos en más de medio siglo. Todo ello bajo la condición del ensayo, basado en el postulado de Montaigne, de proponer una discusión sobre literatura, diplomacia, política —que aparecen con gran lucidez aquí— sin una pretensión conclusiva o determinante, aunque sí con un tono de ironía que sopla en algunos de sus textos sobre todo de índole político. Belevan, además, maneja esa otra condición del ensayo de Montaigne: el sostener sus ideas con una prosa noble, eficaz y culta que no solo convence al lector sino que lo pone en aprietos sin llegar a ser densa.

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El primer tomo abre con el apartado «Rostros, miradas, lugares». Una serie de ensayos sobre literatura donde intercala el testimonio verbal con ideas legítimas y una fuerte carga emotiva inevitable por su pasión por autores como Julio Cortázar (quién celebró los primeros cuentos de Belevan) o Borges (cuya madre lo ayudó para que el autor de ‘El Aleph’ le firmara un libro). Uno se alimenta de estos textos con una fruición beata; datos exquisitos contemplados por un talante con el que uno comparte inquietudes pero también disiente, como en el caso de los textos sobre Patrick Modiano, el Marqués de Sade o Ricardo Palma.

Portada del libro "Textos" de Harry Belevan
Portada del libro "Textos" de Harry Belevan

Belevan irrumpió en los años setenta en el panorama literario peruano con un género extraño para la tradición: el fantástico. Desde entonces su literatura ha sido analizada sobre todo desde ese campo. Sin embargo, sus ideas e intereses son cosmopolitas, digresivos, apasionados. Esto bien se muestra en el segundo apartado del primer tomo «Sociedad, política y diplomacia» donde está presente la mirada del embajador y hombre diplomático. Debo hacer hincapié aquí en el ensayo «El poder de la palabra, la palabra del poder», pieza cuestionadora y magistral acerca del poder de la información, la depreciación de la cultura y el eclecticismo insulso que convive en el mundo virtual: “… a fuerza de ser cultura para todos, la cultura ya no dice nada a nadie, no le habla a nadie ni se dirige a nadie, porque ya no es para nadie ni de nadie: se ha convertido en simulacro de su propia vaguedad” (p.282). La ironía, condimento de sus ideas, se despliega en su artículo «Cristóbal Colón, ¿navagante o vasallo?», que critica el juicio emprendido por un pueblo hondureño contra el descubridor de América o en los párrafos dedicados a su incursión en un medio de comunicación boliviano.

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El segundo tomo contiene los capítulos «Peruanística» y «Digresiones, marginalias, transgresiones» este último una especie de epílogo estupendo y sutil sobre el mal uso de algunas palabras, los signos de puntuación y el lenguaje en general que redondean las preocupaciones del académico. Subrayar la agudeza e capacidad intelectual del autor es un ejercicio de Perogrullo, no así su disposición para compartir con el lector sus temas diversos a partir de un estilo que juega entre lo conversacional y discursivo.

En este segundo libro aparece un análisis de la tesis de Mario Vargas Llosa, el recuerdo del poeta Antonio Cisneros, un perfil de Clemente Palma, las cartas de Riva Agüero y Luis Alberto Sánchez y un postulado sobre el escritor desde su oficio marginal. Resulta complicado resumir este maremágnum de cultura por lo que apelo a mi paladar de lector que separa y subraya aquellos párrafos que más complacencia me han producido.

En la presentación de estos dos volúmenes, Belevan se disculpó por tantas páginas. Sin embargo, acertó al señalar que, como forma compensatoria, no es una obra que se tengan que leer de forma lineal, sino que uno puede abrirla en cualquier página y disfrutar de lo que el azahar le proponga. Cierto. La obra de maestro no solo es un muestrario de sus intereses y preocupaciones, hay ahí un debate sobre asuntos necesarios para cualquier hombre de cultura.