Cuando el adolescente de 15 años ingresó al Hospital Regional Daniel Alcides Carrión, había sufrido un grave accidente de tránsito en Pichanaki y llegó acompañado únicamente por su empleadora, sin ningún familiar cerca. No tenía documentos a la mano, ni un número de teléfono que permitiera contactar a alguien.

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Mientras los médicos luchaban por estabilizarlo, el equipo del Servicio Social del hospital iniciaba una carrera contrarreloj para encontrar a su familia. La jefa del área, Luz Rojas Palomino, recuerda que no fue sencillo. “No sabíamos exactamente dónde vivía su madre. Solo que era de una comunidad en Atalaya, muy alejada, a más de seis horas de viaje por río desde el centro poblado más cercano”.

El equipo se apoyó en redes sociales, llamadas a radios locales, contactos en Pichanaki, y la Unidad de Protección Especial del Ministerio de la Mujer. Fue como buscar una aguja en un pajar. Pero al cabo de varios días, encontraron a la madre. Desde una pequeña comunidad de la selva, la mujer emprendió el largo camino a Huancayo. Cruzó ríos, abordó mototaxis, esperó embarcaciones, subió a un bus y recorrió cientos de kilómetros, con la sola motivación de volver a ver a su hijo.

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Cuando finalmente llegó al hospital, el reencuentro fue un momento que nadie olvidará. El personal de enfermería que estuvo presente lo describió como “una escena que te hace creer en la humanidad”. El adolescente, al verla, rompió en llanto.

El doctor Carlos Jiménez, su médico tratante, confesó que desde ese día, el joven comenzó a mejorar más rápido. “Lo vimos más animado, más fuerte. Fue como si su madre lo hubiera traído de vuelta, no solo con presencia, sino con amor”.

Días después, con su madre a su lado y una evolución favorable, el menor fue dado de alta. Pero su caso no terminó ahí. El hospital, junto a la Unidad de Protección de Niños y Adolescentes, coordinó el seguimiento social necesario para garantizar su bienestar.