Alberto Negrini (70) conocido como el “sacerdote ambulante”, que hace varias semanas vive en el albergue San Vicente de Paúl de la Beneficencia de Huancayo. Ayer cumplió uno de sus más grandes anhelos, ya que participó en una liturgia al interior del asilo ubicado en el distrito de Chilca, provincia de Huancayo. “Hace tiempo no realizaba esta actividad de liturgia por mi estado de salud, estoy contento porque es importante para mí. Ahora me ven bien aquí en el albergue y fui el primero en ser vacunado junto a mis demás hermanos, gracias a todas las autoridades”, dijo. La directora del CAR San Vicente de Paul, Ana Gálvez Palomino, remarcó la importancia de cuidar la salud de los albergados completando dosis de vacunación.

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Hace unas semanas, el septuagenario ingresó al albergue San Vicente de Paúl, donde ya no sufre por tener que trabajar para conseguir el pan de cada día. Tampoco tiene que preocuparse por el pago del alquiler del cuarto en un quinta, donde antes vivía en el distrito de Chilca. Ahora don Alberto Negrini, se alimenta a su hora, puede dormir en una habitación donde tiene cama adecuada. Y ahora está más preocupado por el cuidado de su salud ya que tiene pendiente cita con varios especialistas en el hospital Carrión, por las enfermedades que lo aquejan.

Vivía de la caridad

El 13 de enero, el Diario Correo publicó la historia del abuelito más conocido como El Sacerdote Ambulante. Aferrado a la imagen de la Virgen del Carmen y vestido con una sotana, desde el humilde cuarto alquilado que lo cobija. El padre Alberto implora ayuda. A sus 70 años las fuerzas no les responden como antes, igual, su fe en Dios es inquebrantable.

Cada mes, el exsacerdorte padece porque tiene que juntar 260 soles para pagar el cuarto donde vive solo. El lugar ubicado en Chilca está hacinado, tétrico y hace tanto frío que sus piernas ya no lo soportan.

“Los días pasan rápido y no hay trabajo, pido que me ayuden a pagar el alquiler, me he convertido en un “sacerdote ambulante” y tengo que oficiar por lo menos una misa para comer y pagar mi cuarto”, expresa con preocupación el anciano que practica la fe católica.

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Hace años realizaba la homilía en los velorios, también hacía responsos, pero ahora ya no lo contratan porque no puede caminar.

Raúl, su amigo taxista, conmovido por su situación, hasta optó por alzarlo en peso y lo lleva en su vehículo para trasladarlo a las misas de cuerpo presente en los velorios.

“Llévame rápido, que no vean cómo ingreso, porque si me miran que no camino ya no me van a querer contratar”, le dice el septuagenario.

Cada dos meses recibe unos 250 soles del programa Pensión 65, que ni siquiera alcanza para el alquiler. Además, tiene que comprar su balón de gas que está 48 soles y debe durar un mes, para preparar su avena con cocoa.