Las cúspides de los Andes centrales poseen yacimientos ricos en minerales, los mismos que son explotados por el sector privado de manera intensa desde la primera mitad del siglo pasado.
En Yauli La Oroya, por encima de los 4 000 metros de altitud, las concesiones mineras abundan, y no pocas aprovechan la riqueza natural que ofrecen los macizos de la sierra.
No obstante, la actividad extractiva -en términos generales-, no es de principios del siglo pasado, sino de siglos atrás, cuando el poblador de las épocas colonial, incaica y posiblemente mucho antes, sabía que de las entrañas de la tierra salía material distinto al que comúnmente observaban.
Con la llegada de los españoles, el lucro comenzó a cambiar la mirada de la minería en Perú, por lo que más procesos en esta actividad se hicieron necesarios y complejos.
En consecuencia, había que acrecentar la extracción y el tratamiento mineralógico.
HUAYHUAY
En ese contexto, no es osado señalar que la metalurgia regional intensiva nació en el distrito oroíno de Huayhuay, en cuyas cabeceras existe una unidad abandonada donde se procesaba metales de los alrededores.
Se trata de Callapampa (tajo en una explanada), un centro metalúrgico que data de mediados de 1600, es decir cuando florecía la Colonia en nuestro país.
No existe mucha información histórica de este sitio, pero lo que sí salta a la vista son los vestigios materiales que sobreviven en el tiempo, tales como áreas de procesamiento con chimeneas y hornos.
Aquí, los ingenieros de entonces utilizaron el agua de la cordillera para el enfriamiento de los procesos de producción, descalcificación de metales, limpieza de superficies, entre otros.
Es posible que también se hayan valido de la fuerza del agua para mover molinos con que trituraban los minerales. No es descabellado deslizar esto ya que en la zona hay una serie de canales que alguna vez estuvieron plenamente activos.
Máximo Zacarías, subprefecto de Huayhuay, comenta que aquí procesaban tungsteno, y quienes proveían el material eran los “capacheros” o mineros artesanales que trasladaban la materia prima en capachos o bolsas de cuero donde cargaban hasta diez kilos.
La evidencia física que aún pervive son columnas de 7 metros de alto, portales con arcos coloniales, paredes de más de un metro de espesor, fierros ligeramente corroídos y piedras finamente talladas.
A su vez hay habitaciones que al parecer fueron parte de una estancia o campamento de los que alguna vez trabajaron aquí.
Todo lo antes descrito yace en una superficie no mayor de 2 hectáreas, aunque de su verdadera dimensión se conoce muy poco.
HAY INTERÉS
Joel Zacarías, responsable de Turismo de la municipalidad de Huayhuay, dijo que la comuna se está ocupando de poner en valor este destino, para lo cual está recuperando los accesos y diseñando un plan agresivo para que goce de un estatus histórico y turístico que merece.
De la misma manera, han puesto en manos del congresista Edgar Reymundo su declaratoria de patrimonio cultural, para protegerlo de amenazas externas y promover su valor turístico.