Recuerdo que hace dos años visité Qewapallana, un paraje escondido entre montañas, cañones estrechos y leyendas que parecían olvidadas en el tiempo. En aquel entonces, no había ni una vía de acceso. Era un lugar aislado, dejado de lado en medio de los Andes.

Hoy he regresado, y lo que encontré fue distinto. El trabajo conjunto entre los pobladores de Huancalpi, comunidad ubicada en el distrito de Vilca, región Huancavelica, y las autoridades locales, ha hecho posible una obra que comienza a cambiar el rostro de este lugar.

La mayoría de los comuneros vive de la agricultura y la ganadería, pero en los últimos años muchas familias han migrado por falta de oportunidades. Estas comunidades tienen un potencial que hasta ahora ha sido poco valorado: su cultura, sus saberes ancestrales, su lengua quechua, sus paisajes, sus tejidos, y sobre todo, su gente.

El alcalde de Vilca, Edher Chancasanampa, nos explica que este proyecto forma parte de un esfuerzo más grande. “Este tipo de iniciativas nos ayudan a generar una economía sostenible en nuestras comunidades. Ante la necesidad de impulsar el turismo, gestionamos este proyecto con el programa Llamkasun Perú. Los verdaderos artífices han sido los propios pobladores, quienes han transformado este lugar en un destino que ahora puede recibir visitantes”.

Agrega que su gestión viene apostando por el turismo como una forma de crear oportunidades sin tener que dejar el pueblo. “Queremos que la gente se quede, que encuentre futuro aquí mismo, en su tierra”, afirma.

Don Teófilo Huamán, comunero que trabajó desde el inicio en el acondicionamiento del sitio, cuenta: “Hemos tenido varias dificultades. Este año las lluvias fueron muy intensas y cada mañana encontrábamos el trabajo destruido. Pero no nos dimos por vencidos. Logramos encauzar el río, y ahora vemos un trabajo bien logrado”, afirma con orgullo.

También participó doña Ana María Surichqui, quien resalta el valor de lo que se ha conseguido.
“Hemos trabajado para darle más oportunidades a nuestro pueblo. Ahora ya podemos recibir visitantes. Este lugar es hermoso y merece ser conocido”, comenta mientras nos muestra los senderos y miradores.
Qewapallana es más que paisaje. Es un sitio lleno de leyendas. El señor Héctor Villazana, vecino del lugar, cuenta que este cañón también es conocido como Diablopa Waqanan. “Según los antiguos, el diablo no podía cruzar por aquí. Solo el ángel podía saltar”, dice, señalando una formación rocosa que parece haber sido tallada por el tiempo.

El paisaje impresiona: cañones de más de medio kilómetro de profundidad, formaciones rocosas, aves de distintos tipos y una misteriosa caverna conocida como la iglesia del diablo. Ahora, este lugar forma parte de un circuito turístico más amplio.
Una trocha carrozable permite llegar hasta aquí, y el recorrido puede continuar por otros atractivos del distrito: el puente Turumanya, Warichaca, las pinturas rupestres de Qellqacha, y finalmente, Qewapallana, un rincón mágico que hoy comienza a abrir sus puertas al mundo.