El molino más antiguo está en el distrito de Quichuay
Unos veinte carros antiguos forman parte de una suerte de museo ubicado en las afueras de la ciudad, justo a orillas del río Achamayo, en el distrito de Quichuay, a menos de 5 km al este de Concepción.
Estas verdaderas reliquias sobre ruedas pertenecen a la familia Galarza Varillas, quienes con esmero las adquirieron progresivamente pensando en su valor histórico.
Traerlos hasta aquí no ha sido tarea fácil, pues los hermanos han tocado muchas puertas, entre ellas las de cocheras y talleres mecánicos donde estaban pasando “mala vida” a punto de ser “trozados” y convertidos en chatarra, que es cuando se vende con rapidez.
Junto a otros vehículos modernos y motococicletas están en un hangar a la espera de su mantenimiento o repotenciación.
RELIQUIA DE UN POLÍTICO
Una de las primeras unidades llegadas a este lugar es un Ford A de 1932, cuyo propietario, Fernando Vargas, lo cedió en los años ‘60 para que el entonces candidato Fernando Belaúnde recorra las carreteras de Chalhuanca (Apurímac) de cara a las elecciones presidenciales de la época.
El camión fue adquirido por Johnny Galarza hace algunas décadas y trasladado de su cochera en El Tambo hasta el distrito de Quichuay, su actual estancia.
Aquí también se puede ubicar al auto alemán Opel que pertenecía al patriarca de la familia, el popular “Gachito” Galarza. Aunque pocos crean, este vehículo, cuyo nombre de marca desapareció los primeros años de los ‘80, aún sigue operativo.
HACIENDA
Este espacio mecánico es solo parte de la hacienda campestre Los Manantiales, que reparte su superficie con galpones para cuyes y vacunos, restaurante típico y un bar “vintash” único en su generación.
En la parte gastronómica podemos encontrar áreas de comensales que han sido acondicionadas ingeniosamente en dos camiones Chévrolet y Ford de los años ‘50, los mismos que fueron rescatados de mecánicas de Concepción y traídas al recreo.
Pero si algo rompe con la monotonía es el EuroCafé, un bar alternativo que no tiene nada que envidiar a los mejores locales de la ciudad.
Aquí se respira una mezcla de lo clásico con lo típico.
Según su propietaria, María Galarza, quien llega a su local jamás extraña la ciudad, mucho menos sufre por la movilidad.