Uno de los problemas claves que originan la actual crisis que tiene el Perú es nuestra infructuosa lucha contra la corrupción. Por lo cual, la población peruana repudia la defensa ardorosa, apasionada y altamente sospechosa que hizo la presidenta Dina Boluarte  a su hermano esta semana. Con voz marcial la presidenta gritó: “el señor Nicanor Boluarte puede hacer lo que se le pegue en gana”. No le importó los evidentes y diversos hechos de corrupción que han denunciado los medios de comunicación, y sobre todo el último que ha obligado la intervención de la fiscalía de la nación: una autoridad local que va a su cumpleaños de Nicanor y a los días se beneficia con obras que en total suman 20 millones de soles.

Agrava esto que el hermanísimo se moviliza en lujosos autos cuyos dueños son proveedores del Estado.

En plena crisis económica, los viajes frívolos de Dina Boluarte son una cachetada a la pobreza. Pero, la impunidad que quiere Dina para ungir a su hermano Nicanor es inconcebible y pronto le pasará factura, porque la población no cree que la presidenta defienda gratis o por cariño filial, la percepción es que defiende a su compinche y cómplice de posibles actos de corrupción que se estén realizando y urdiendo bajo la sombra y con la protección de algunos “facilitadores” ministros.

Estos hechos, por un lado, frustran a los pobladores peruanos que día a día luchan para sobrevivir o salir de su pobreza, y, por el otro lado, aumentan la desesperanza al sospechar que estamos dirigidos por ladrones.

Las consecuencias fatales que se avizoran si continúa este proceder son las siguientes: deslegitimación total de la democracia y fortalecimiento de caudillos fachos y mesiánicos con miras al 2026. Dios nos coja confesados.