Las SAIS aprovecharon la fertilidad de los suelos para producir ganadería intensiva. Sus residencias reflejaron su buen momento
Las SAIS aprovecharon la fertilidad de los suelos para producir ganadería intensiva. Sus residencias reflejaron su buen momento

Las ruinas de este espacio administrativo de no más de 3 hectáreas de superficie, no parece reflejar en absoluto la bonanza económica que alguna vez caracterizó a la Sociedad Agrícola de Interés Social (SAIS) Cahuide, ubicada en el valle del Canipaco, a unos 50 km, al oeste de Huancayo.

Auditorio, habitaciones, iglesia, patios y otros compartimientos, todos aún conservando partes del material de loza fina que formaron parte de este complejo urbano, que albergó a cientos de trabajadores, se resisten a desaparecer del todo, a pesar de haber transcurrido más de tres décadas desde que fue liquidado para siempre.

Aquí la comodidad no estaba en discusión. Todos los espacios contaban con servicios completos, y es que la austeridad y las limitaciones no cabían en el diccionario de una empresa altamente productiva en ovinos y vacunos, y en lácteos y sus derivados.

Productividad

Los archivos periodísticos de la fecha citan que en su bonanza, las inmensas pampas de Laive (valle del Canipaco rico en pastos) llegaron a poseer más de 135 mil cabezas de ganado ovino y 10 mil de vacuno. Esa bastedad les permitía colocar carne, leche y sus derivados a nivel nacional y el extranjero.

La SAIS no desapareció por efecto exclusivo del terrorismo, fue principalmente por las reformas agrarias de los gobiernos de Fernando Belaunde y Alan García (1980 a 1990), que cambiaron su propiedad colectiva de sus medios de producción por el de modalidades legales que daban menos dolores de cabeza al Estado (archivo Correo 18 marzo 1994).

Campamentos parecían ciudades, totalmente equipados. Tenían iglesia y varias salas de reuniones
Campamentos parecían ciudades, totalmente equipados. Tenían iglesia y varias salas de reuniones

Eso quería decir que daba pie a los campesinos socios y exsocios a repartirse el capital de la empresa, lo que terminó en un desbande y un rompimiento de filas de setenta décadas de esfuerzo.

“La mayoría de los líderes de las comunidades de la SAIS, especialmente los del valle del Canipaco (Chongos Alto, Yanacancha, Cachi, Chicche, Potaca, Quishuar), motivados por diversas razones, coincidían que la SAIS debía ser liquidada y fraccionada para dividirse entre las comunidades primigenias dueñas de las tierras”, cita el archivo periodístico.

Así, en medio del caos, llegaron las hordas senderistas que terminaron por matar a balazos y puñales a miles de animales. No solo eso, destruyeron maquinaria de última generación por un valor de un millón de dólares. En la incursión senderista más fuerte, la SAIS perdió 35 mil ovejas y 2 mil vacunos de raza.

Sendero Luminoso, aprovechando el caos y las medidas gubernamentales sobre las SAIS, mató a sus dirigentes y empoderó al campesino local que poco sabía de una correcta administración de la empresa.

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