La imagen del volvió a ingresar a su templo en medio de cánticos, oraciones, lágrimas y una Miles de personas lo acompañaron en su recorrido final, después de más de 17 horas de procesión por distintos puntos de la ciudad. En cada paso, la fe popular se manifestó con intensidad.

Mensaje de reflexión

El ingreso triunfal de la venerada imagen marcó el cierre de una jornada espiritual significativa para la diócesis de Ica. Fue también la ocasión para que el obispo Héctor Vera Colona compartiera un mensaje dirigido tanto a las hermandades como a la ciudadanía en general, haciendo una profunda reflexión sobre el sentido del peregrinaje, la misericordia de Dios y la importancia de vivir una fe comprometida y coherente.

Durante su homilía, monseñor Vera Colona se dirigió a los fieles presentes, destacando el carácter simbólico y espiritual de la peregrinación del Señor de Luren. “El papa Francisco nos invita a vivir este Año Jubilar como un tiempo de esperanza”, dijo, refiriéndose al carácter de Santuario Jubilar otorgado recientemente al templo de Luren.

“El pueblo de Dios siempre ha sido un pueblo en camino, un pueblo peregrino”, señaló. “Como en el Antiguo Testamento, ese caminar no está exento de dudas, de cansancio, de tentaciones. Pero Dios nunca abandona a su pueblo. Incluso en el desierto, él obra milagros, ofreciendo el agua necesaria para seguir caminando”.

El obispo hizo un paralelismo entre el paisaje iqueño y las tierras bíblicas, resaltando que Ica también es un desierto donde Dios se manifiesta. “Tenemos el oasis de Huacachina, un lugar donde el viajero puede encontrar descanso físico. Pero también tenemos el Santuario del Señor de Luren, que es un oasis espiritual. Aquí, el peregrino encuentra el agua viva de la samaritana, la que quita la sed del alma, la que transforma”, aseveró el monseñor.

El mensaje del obispo tuvo también un fuerte llamado a la reflexión y al compromiso personal. Señaló que uno de los grandes retos de la vida cristiana actual es no dejarse llevar por la rutina, el ego o la indiferencia espiritual.

“Lo que nos hace falta es la vida de gracia”, afirmó. “En el desierto, el pueblo de Israel se fabricó un ídolo. Hoy también nosotros podemos fabricar ídolos personales que nos alejan de Dios: el capricho, la soberbia, la comodidad. Pero Dios nos da siempre la oportunidad de volver, de rectificar, de reconciliarnos con Él”.

Invitó a las familias iqueñas a ser “pequeños oasis” donde se viva con amor, alegría y caridad verdadera, especialmente hacia los más necesitados. “Aquellas familias que viven con sentido cristiano y practican la caridad son fuentes de esperanza en medio del camino”, dijo.

También insistió en la importancia de participar activamente en la vida parroquial y en los sacramentos, especialmente en la misa dominical, como parte esencial del camino de fe.

El obispo destacó además los esfuerzos pastorales que se desarrollan en la diócesis, como los retiros espirituales y los procesos de formación en las parroquias. “Esta diócesis ofrece espacios concretos para que la gente tenga una experiencia fuerte de Dios. Pero necesitamos que cada uno asuma el compromiso personal de buscar ese encuentro con Cristo”, afirmó.

La celebración cerró con un mensaje que sintetiza el espíritu de la jornada: la esperanza como camino. “Nosotros somos peregrinos con esperanza. El que espera no se desanima, no se desencanta, no se hunde en el llanto, porque sabe que, aun en medio del sufrimiento, Dios está cerca”, expresó el obispo con la imagen del Señor de Luren, en medio del fervor popular.

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