Testimonio de enfermeras que salvaron vidas de contagiados por el COVID-19 en Ica
Testimonio de enfermeras que salvaron vidas de contagiados por el COVID-19 en Ica

“Hemos sido, en múltiples ocasiones, las últimas personas que hemos visto en vida a muchos pacientes a los que no pudimos recuperar, pese a los denodados esfuerzos que hicimos junto a los médicos y el personal técnico de los hospitales. Hemos visto, impotentes, como, y, tener que afrontar, junto a sus familiares, el dolor de estas irreparables pérdidas”, recuerda con nostalgia Grecia Rojas Tovar, una joven enfermera de 27 años que desde hace casi dos años se enfrenta día a día, a la.

“En los distintos centros de salud donde estuve, la mayoría de pacientes necesitaban camas UCI (Unidad de Cuidados Intensivos) que estaban ocupadas por otros que los habían antecedido o por jóvenes a los que se daba preferencia antes que a los adultos mayores los que solo llegaban a fallecer a los hospitales”, reitera.

“En los casi dos años que trabajamos en estas unidades de cuidados intensivos hemos tenido que permanecer totalmente aislados junto a nuestros pacientes infectados, experimentando diversas experiencias de vida, con enfermos que nunca pudieron despedirse de sus familiares ya que de un momento a otro se descompensaban por la falta de oxígeno y fuimos nosotras, las enfermeras, las ultimas personas que los vimos con vida”, recuerda Grecia.

Rojas, que debió dejar a su menor hija de tan solo 10 años al cuidado de su madre con el solo propósito de salvar vidas, no solamente trabajó durante los primeros meses desde el inicio de esta pandemia, en el área de salud ocupacional de una empresa en Marcona (Nasca), sino que fue incorporada al poco tiempo, a las brigadas de “Hospital Perú”, viajando junto a un equipo de profesionales de la salud por diversas regiones del país (Abancay, Arequipa, Tacna y el Hospital Rebagliati en Lima), ante la carencia de personal asistencial y el colapso de los nosocomios de estas ciudades.

“Los primeros meses fueron muy duros también, para lograr un tratamiento adecuado a esta nueva enfermedad. A cada momento se modificaba la medicación para tratar a los pacientes, lo que nos causaba más angustia y desesperación”, relata la sacrificada enfermera que como todas sus colegas sigue al frente tratando de combatir la infección.

Su experiencia en el tratamiento pacientes de esta enfermedad le permitieron en enero de este año, ingresar a laborar al Hospital Félix Torrealva de EsSalud e integrarse también, a la brigada de inmunización donde ahora cumple intensas jornadas de vacunación.

“He visto que muchas personas no se quieren vacunar por la desconfianza que tienen a la vacuna, pero, deben entender que es la única opción que tenemos para estar protegidos contra el coronavirus”, reflexiona.

Manos solidarias

A sus 23 años Gianella Álvarez Guerra, no solo convive con la muerte que aún acecha los hospitales, sino que la pandemia le enseñó, a su tempranda edad, a ratificar la solidaridad como parte fundamental de su vida profesional.

“Esta pandemia me ha permitido ser más solidaria hacia las demás personas en momentos difíciles. Apenas egresada de la universidad tuve que dejar mi querida tierra Chincha para instalarme en Ica y ser parte del grupo de enfermeras que inmunizan a las personas que acuden a diario al centro de vacunación de El Quinde”, dice.

Cuenta que, desde mayo pasado inició esta sacrificada labor que, por vocación, tienen las enfermeras y tratar de contrarrestar los daños, a veces irreversibles, que causa el COVID-19.

“Hay días que, al igual que el resto de mis compañeras nos hemos tenido que quedar más allá de la hora establecida por las autoridades de Salud con el fin de que la población que está en cola no regrese a sus casas sin inmunizarse”, comenta Álvarez.

“Los equipos de salud estamos haciendo todo lo posible por proteger a la población y si bien estas jornadas son hasta las 8 la noche, la mayoría de veces sobrepasamos este horario con el solo propósito de vacunar hasta el último ciudadano que se encuentra esperando en las colas”, relata.

En ese sentido invocó a la población a seguir acudiendo a los centros de vacunación por su primera o segunda dosis, así como su dosis de refuerzo de acuerdo al cronograma de vacunación y con el fin de conseguir la ansiada inmunidad de rebaño.

“Vengan a vacunarse con confianza ya que una o dos dosis no son suficientes para estar protegido”, dijo la joven profesional.

Lidiando con la muerte

María Hurtado Durand (32), estaba a punto de culminar en marzo del año pasado su Servicio Rural y Urbano Marginal de Salud (Serums), en el Centro de Atención Primaria (CAP III) de Castilla (Piura) de EsSalud, cuando se declaró el estado de emergencia por la pandemia.

“EsSalud envió a un grupo de médicos y enfermeras a Talara para realizar pruebas rápidas de tamizaje de COVID-19 a la población, asegurada y no asegurada con el apoyo de los miembros de las Fuerzas Armadas”, recuerda.

“Durante una semana tuvimos que realizar esta labor y tener una producción de 50 a 100 tamizajes diariamente, tras lo cual y en vista de la eficiencia lograda me hice cargo del seguimiento de los pacientes COVID-19, al asumir la jefatura del área de epidemiologia del CAP III de Castilla-Piura”, detalla.

“Fue penoso, en ese momento, ver a los pacientes que no querían hospitalizarse por temor y terminaban falleciendo en sus casas. Conversaba con ellos en la noche y al día siguiente me enteraba que habían fallecido. Fue impactante y muy chocante para nosotras a pesar de que estamos preparadas para lidiar con la muerte”, comenta.

En su caso, al igual que muchas de sus compañeras se convirtieron en el único enlace entre el paciente gravemente afectado y su familia. “Tuvimos que calmarlos, consolarlos y compartir con ellos el dolor por la partida de sus seres queridos”, dice.

Luego de esa dolorosa experiencia Hurtado ingresó en enero de este año al CAS-COVID-19 del Hospital Félix Torrealva de Ica, en el área de hospitalización, lapso en el cual tuvo que afrontar también, los embates de la enfermedad luego que su madre contrajera el peligroso virus.

“Tuve que ser enfermera e hija a la vez. En mis días libres o saliendo de mi guardia tenía que quedarme en el hospital al cuidado de mi mamá”, cuenta con nostalgia, pero también con la tranquilidad de haber contribuido a la recuperación satisfactoria de su progenitora.

Hurtado Durand, desde julio integra las brigadas de inmunización de los asegurados y no asegurados. “Los adultos mayores con los más preocupados en venir a vacunarse y estar protegidos, mientras que los jóvenes son más renuentes a vacunarse”, afirma tras invocar a la población a seguir acudiendo a sus centros de vacunación para poder controlar esta peligrosa enfermedad.

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