Escrito por: Omar Aliaga Loje
Eran otras épocas, aunque haya sido apenas hace unos años atrás. A estas alturas la tensión estaba al tope en la Casa del Pueblo, los precandidatos apristas se lanzaban por todo lo alto, de modo altisonante, intercambiaban puyazos, conspiraban a la interna, se daban la mano a la externa, o incluso el golpetazo era a la externa, hacia afuera. En fin, había de todo. Las elecciones internas apristas eran el verdadero preludio del proceso electoral ordinario.
Parece algo muy lejano, pero esto llegó a ocurrir aun dentro de la última década. Era una fiesta democrática, aunque también llevada al extremo, con sus jugarretas y sus desvíos. Pero era una fiesta, al fin y al cabo, y así se vivía.
Hoy, sin embargo, esa fiesta se ha extinguido. Los pasillos de la Casa del Pueblo del jirón Pizarro lucen vacíos, tristes, mustios. Y esto no es solo por la pandemia. Se han ido esas viejas disputas, esos corrillos con ruido, esas voces bajas conspirativas, esa competencia que se trasladaba a las bases y a las calles, que se trasladaba a la opinión pública y a la prensa local. Esos ruidos bajos que llegan a hacerse altos en Lima, en la misma cúpula nacional.
Estamos en épocas de elecciones internas, pero en el Apra la lista presentada ha llegado silenciosa a las redacciones. No hay fiesta bulliciosa, y también faltan personajes que marquen la pauta. Los jóvenes apristas, o quienes forman parte -se supone- de la nueva hornada aprista en Trujillo, prefieren combatir desde Facebook desde una tribuna deslucida; hasta Homero Burgos, el contestario exgobernador regional, solo alza la voz -a medias- a través de esa red social. Es como si el Apra hubiese perdido no solo fuerza sino también voz, alma, cuerpo. El Apra que antes sacudía cada campaña electoral con su maquinaria o su mística es hoy un cuerpo partido, magullado, que camina a duras penas. No hay entusiasmo en torno a las próximas elecciones. Hasta parece que solo han puesto nombres en la lista por llenar. Es verdad, la regidora trujillana Olga Cribilleros forma parte de una plancha presidencial inscrita. Pero es que, sintomáticamente, eso apenas lo saben pocos.
El Apra aún mantiene una base en la región. Pero me temo que esa base está dividida, está dispersa en virtud a ciertos liderazgos que hoy tentarán suerte incluso en otros partidos.
La Casa del Pueblo luce triste. Signo de otro tiempo, del futuro incierto del Apra.