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Perú, futbolísticamente hablando, nunca se ha caracterizado por su portento físico. La historia en ese sentido no admite dudas: nunca nuestra selección se ha caracterizado por producir futbolistas tipo gladiador, atletas capaces de cambiar el destino con su fuerza, resistencia o velocidad. Jamás hemos sabido ganar jugando a la uruguaya o paraguaya, jamás hemos sido contragolpeadores por naturaleza, ni hemos sabido reinar en medio de ese orden caótico de las pelotas paradas.

Hasta nuestros históricos futbolistas de raza negra -la raza de los atletas por excelencia- han sido, más que portentos soldadescos, verdaderos talentos de estilo exquisito y fino (pienso en Cubillas o en Uribe, dos ejemplos emblemáticos).

Así, no carecen de razón quienes sostienen que la mejor época de Perú en el fútbol, más que del rigor táctico, provino de la improvisación e inventiva con la pelota en los pies. Y por eso que cuando el fútbol se volvió más táctico, cuando este deporte adquirió mayor rigor y disciplina, las selecciones peruanas -que tampoco nunca fueron de primerísimo nivel- se desplomaron hacia el abismo de las derrotas interminables.

Y es en este razonamiento que la tarea, para recuperar y mejorar a nuestro fútbol, pasaba por recobrar el estilo natural en primer lugar, ese de toque a ras del piso, inventiva e improvisación a través de la habilidad; ese fútbol del “toco y me voy”, de pase corto y pequeños lujos necesarios. Porque es lógico: nunca un bailarín podrá ganar protagonismo desde otro lado que no sea la pista de baile; jamás un cantante podrá hacer uso de su encanto si es que no demuestra los tonos y bríos de su voz.

Pero no es la única tarea. El famoso rigor táctico, la tan esquiva disciplina deben complementar el nuevo modelo. De lo contrario la selección solo tendrá buenos momentos, pero nunca un rendimiento sostenido y competitivo.

Ricardo Gareca, desde mi punto de vista, ha comprendido esta necesidad. Como no lo han comprendido otros en el pasado. Y quizás lo ha comprendido porque tiene desde la federación a alguien que tiene una visión similar a la suya: Juan Carlos Oblitas (no es casualidad que este haya sido el último entrenador que buscó consolidar nuestro estilo natural).

Gareca busca darle elementos modernos a la tradicional forma de jugar peruana: presión alta, líneas cortas, defensa adelantada. Veremos si consolida su proyecto y, sobre todo, si lo dejarán hacerlo cuando los resultados no acompañen.