El fútbol y la irracionalidad
El fútbol y la irracionalidad

Nunca me deja de sorprender la capacidad que tiene el fútbol para despertar el ímpetu intelectual de escritores como Mario Fresán, Eduardo Galeano o el mismísimo Mario Vargas Llosa, tan igual como el apasionamiento de algún hincha de barrio que deja a un lado asuntos que lindan con la filosofía y el arte para entregarse a la irracionalidad de un amor que puede ser hasta destructivo.

Lo hemos vivivo todos de un modo u otro. Y en el Perú lo solemos vivir de manera especial cuando nuestra selección afronta partidos como el de hace poco frente de a Chile.

Porque uno puede ser un aficionado al fútbol más o menos ilustrado, más o menos razonable, intentando descifrar los vericuetos maravillosos que yacen detrás de los goles y las jugadas de ataque y defensa. Y, sin embargo, uno, que se jacta de ser un tipo medianamente racional, medianamente pensante, termina gritando como un poseso el gol de empate de Perú frente a Chile. Y así, frente a la gran pantalla del televisor que muestra al chileno Gary Medel en primer plano, este periodista que trabaja día a día con los argumentos y los razonamientos, se encontraba gritando: “¡Gol hijo de pu...! ¡Con uno menos, hijo de pu...!”.

No es para enorgullecerse, por supuesto. No es que esta anécdota me reconforte, pero ¿por qué ocurre así? ¿Qué nos hace ser tan irracionales?

El fútbol saca lo mejor y lo peor de nosotros. Y me temo que con Chile los peores traumas decimonónicos afloran. Y ni tan atrás: hasta nuestros abuelos nos decían que los chilenos eran nuestros enemigos. Y en días previos a ese partido todos recordaban esa suerte de guerra impenitente.

Por eso me pregunto, más allá de las puteadas más o menos justificadas que recibió estos días, ¿si nosotros sin jugar estábamos tan crispados con los jugadores chilenos, no es hasta cierto punto justificable que un futbolista peruano como Zambrano lo haya estado?