El milagro que vio la luz en una sala de coronavirus
El milagro que vio la luz en una sala de coronavirus

Escrito por Johnny Aurazo 

Fernanda esperó ocho largos meses para unirse en un profundo abrazo con su bebé, pero el coronavirus alteró el curso del destino. Y como no hay amor más grande que el de una madre, decidió adelantar el parto. Diez días después, mientras se aferra a la vida y lidia una dura batalla contra el Covid-19, solo puede besar a la pequeña a través de las fotos y los vídeos que le envía su esposo desde otro lado de la ciudad.

CUESTIÓN DE FE

“La vida de mi hija es un milagro”, dice Fernanda, de 33 años. Su bebé nació el sábado 18 de abril a las 11:30 de la noche, sana, sin el virus, en el piso 1 de la Sala Covid-19 del Hospital Regional Docente de Trujillo. Pesó 2,4 kilogramos. A la gestante le detectaron el coronavirus una hora antes. “Por eso había que adelantar el parto, era necesario para evitar que mi bebita se contagie”, explica.

“Llegué al hospital de La Noria a las diez de la noche, agitada y con un intenso dolor de cabeza. Me hicieron la prueba rápida y dio positivo. Abracé a mi madre y me llevaron sola en una ambulancia al Regional. Cuando ingresé, no era una sala de parto, era un ambiente para pacientes con Covid-19”, narra.

Fernanda no es primeriza. Hace 13 años nació su primera hija y ocho años atrás, el único varoncito. En ambos partos estuvo rodeada de su familia y pudo abrazar a sus hijos casi de inmediato. Cuando alumbró a su última bebé, ni siquiera la vio. Fue todo distinto, aunque sí logró escuchar su llanto.

“Lo importante, ahora, es que mi bebé está sana”, afirma Fernanda, aislada en la casa de su madre, solo con ella. La bebé está con su padre y sus dos hermanos, en el hogar de sus otros abuelos. Son madre e hija y estuvieron ocho meses unidas por el cordón umbilical, pero aún no se conocen. “Solo la veo por el celular. Mi esposo me manda fotos y videos de ella, pero también de mis otros dos hijos, a quienes también extraño mucho”, confiesa.

La pequeña llevará los nombres de sus dos abuelitas, pero el primero será “más especial aún”. “Creo en Dios Padre y Dios Hijo. Cuando llegué al hospital de La Noria por lo agitada que estaba y me dijeron que la prueba rápida había dado positivo, pensé lo peor; pero me aferré a Dios y nunca perdí la fe”, refiere.

Fernanda asegura que salió solos dos veces de su casa antes del 18 de abril y tras declararse el estado de emergencia sanitaria por el Covid-19. Sabía que era altamente vulnerable. En ambos casos fue solo para hacerse sus chequeos, pero sospecha que fue hace unos veinte días que contrajo el virus, cuando subió a un taxi para movilizarse hasta el ginecólogo. “He sido extrema con mi cuidado, por mi bebé, mis otros hijos, mi familia y yo, y probablemente contraje el virus en un taxi. Por eso es indignante ver a tanta gente irresponsable en las calles. Yo mismo ahora estoy lejos de mi hija, quizás por alguien que no tuvo el cuidado debido y subió a ese mismo vehículo antes de que yo lo haga. Que esto sirva de reflexión, de ejemplo. Todos estamos expuestos al virus y mientras más gente haya en las calles, las posibilidades de contagio serán siempre mayores”, afirma, indignada.

Fernanda cuenta también que recibió todos los cuidados en el Hospital Regional Docente de Trujillo. Se siente muy agradecida de los médicos que salvaron la vida de ella y de su hija. Pero reclama más humanidad en algunos galenos. “Yo tuve que llamar a mi madre para decirle que me encontraba bien. Cuando ella llegó al día siguiente a las seis de la mañana para saber cómo estábamos mi bebé y yo, nadie le dio referencia de nosotras”, asegura.

Fernanda es comerciante. Nunca ha esperado tanto tiempo para abrazar a un ser querido. Lo que más anhela ahora es besar a su bebé, sentir su piel, conocer su olor.

“No hay nada más terrible que alejar a una madre de su bebé. Hoy estamos distantes. Ya son diez días así, pero estoy segura de que cuando nos conozcamos, nos abrazaremos y seremos inseparables”, asegura.