Entre el terror y la esperanza
Entre el terror y la esperanza

El Perú es el primer país, fuera de Brasil, que firma un acuerdo de colaboración eficaz con la empresa Odebrecht. Como pocas veces, enarbolamos un logro positivo en la lucha mancomunada contra la corrupción con aires internacionales y globales. Ese solo hecho ya le da ribetes históricos a este acuerdo que ha sido discutido de un modo nunca visto antes (al menos nunca visto antes por este periodista).

Y es precisamente por ello que lo que se acaba de firmar en Sao Paulo entre la justicia peruana y brasileña tiene una importancia sin par. Todos los esfuerzos desplegados desde distintos frentes y plataformas, todos los tuitazos repletos de ansiedad, esos ataques desmesurados contra los promotores de la suscripción de esta colaboración dan muestra de lo mucho que hay detrás, de los miedos y terrores que trae.

Solamente hay que fijarse en quienes estos días han hecho todo lo posible por tirarse abajo el acuerdo y en sus argumentos de indignación. Son los mismos que todos estos años hicieron mutis cuando el Perú firmó contratos y concesiones claramente perjudiciales a los intereses nacionales, son quienes aplaudían en nombre del progreso que el país se ponga de rodillas por migajas. Y ahora esos mismos se pusieron nacionalistas y pidieron un acuerdo digno. ¡Un poco más y emulaban a Evo Morales o a Nicolás Maduro!

Lo que los movía no era el interés nacional, ¡pamplinas! Lo que les movía ahora era el miedo o la defensa de sus intereses, de los corruptos a los que sirven.

Toda negociación se concreta en un escenario que nunca es el ideal. Nunca uno va a quedar del todo satisfecho porque siempre perderá algo para poder ganar. El acuerdo, inédito en todos los países involucrados en el caso Odebrecht fuera del país, obliga a la empresa a pagar al Perú una reparación de S/ 600 millones, pero también contempla un interés de S/ 150 millones al final de los pagos, así como otro pago de S/ 450 millones por concepto de tributos. Todo eso deberá cumplir Odebrecht si es que quiere volver a consursar por proyectos en el país.

Pero la plata, desde luego, no es aquí lo más importante. La verdad es invalorable y puede significar un punto de quiebre en nuestra historia republicana, plagada de corruptelas y arreglos bajo la mesa. Y, lo que es más, esta colaboración eficaz abre la puerta a que vengan otras más, no solo por parte de empresas brasileñas sino también peruanas.

Estamos abriendo las puertas de un futuro distinto. Quizás un giro que deje atrás, por fin, las eternas taras de la impunidad en nuestro país.