Gloria Portugal Pinedo (Trujillo, Perú, 1976) es una de nuestras más destacadas escritoras. La recepción especializada valora la potencia de sus escritos y su apreciable dominio estilístico. También se valora mucho la mirada íntima y sensible de nuestra poeta, así como su compromiso temático con las fragilidades sociales, la violencia y la identidad.
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El crítico trujillano David Navarrete, al referirse a “Estrellas en el cielorraso” (segundo poemario de Gloria), destaca la metaforización de los distintos acontecimientos de la vida y la invitación a reflexionar sobre nuestra fragilidad humana. Por su parte, la escritora July Solís, al referirse a “Canción del manicomio” (tercer poemario de Gloria) descubre el “sentimiento de soledad que recorre el poemario bajo el estigma de la locura”.
Trayectoria poética
Sin embargo, acto seguido, la misma July Solís aclara que “la poesía de Gloria no se caracteriza por revolverse en la desdicha”, sino que “corta esa atmósfera con el cuchillo de su punzante humor”. Y he aquí otro de sus principales atributos: el uso de la “ironía punzante”, pero sin perder la profundidad ni la agudeza poética.
Gloria Portugal ha construido, pues, una trayectoria poética consistente. Inició con la construcción de una voz irónica, en “Insanías”. Avanzó hacia la maduración temática y estilística en “Estrellas en el cielorraso”. Y enriqueció su poética con la exploración lúdica e imaginativa en “El libro de los lugares lejanos” (en apariencia, un libro infantil).
Como podrán apreciar, su producción poética muestra su desarrollo estilístico, sus cambios de tono y la diversificación de sus propósitos. Sin embargo, mantiene el cuidado del manejo técnico, la construcción de imágenes potentes y una voz auténtica que la crítica valora como una de las más emergentes en la poesía peruana del siglo XXI.
Nueva publicación
Y siguiendo con este alentador derrotero, este año nos sorprende con una nueva publicación: TARDE LLEGARON LAS HADAS. Este libro, editado en Argentina por Buenos Aires Poetry, muestra un aspecto frágil, delicado y dulce, pero encierra hondos y punzantes poemas. En ellos, Gloria mantiene su fina ironía (y, a veces, sarcasmo) para “expresar su verdad”:
“DE TODAS LAS QUE INVOQUÉ / el Hada de la Soledad / es la única que ha aparecido en el acto. / ¿De veras quieres que me quede?, me pregunta. // Yo adivino su expresión incrédula detrás del velo / con el que suele tapar su rostro. / ¿Por qué no?, le digo, pero te advierto // que ya fracasé muchas veces en mi rol de acompañante. / Siempre termino absorbiendo al otro: / me adhiero como alimaña y causo más molestia que placer.”
Le pregunté a nuestra escritora qué representa, para ella, su reciente publicación en comparación con sus anteriores poemarios, particularmente con “Estrellas en el cielorraso” y “Canción del manicomio”. “Este libro es distinto porque escribí los poemas desde la más brutal sinceridad, sin el miedo usual que tenía de mostrarme”, me respondió.
Libro confesional
Y luego agregó: “En este libro también me presento como lo que soy: una mujer bastante naif que siempre ha soñado con príncipes e historias de amor perfectas, con finales felices. Pero, como dice Joaquín Sabina: ‘Si es amor, no tendrá final; y si lo tiene, no será feliz’. Aquí confieso mi ingenuidad, sin vergüenza, y hablando con lenguaje oficinesco, nada poético”.
No obstante, sus versos parecen contravenir esta declaración, pues conjugando la descripción, la narración y el diálogo configuran imágenes y símbolos que traducen el sentido trascendente de la vida, hasta en los hechos más pueriles.
Para muestra, el poema En la berma crecen girasoles: “Son altos y gallardos como soldados de plomo. / Inclinan sus cabezas sobre mí cuando cruzo la avenida. A veces me detengo a saludarlos. Son los días / en que salgo de casa un minuto más temprano. // Cierta vez, la mujer que los regaba / nos sorprendió en pleno intercambio. / ¿Te gustan? Te los regalo —dijo. / Yo, con amabilidad, decliné su ofrecimiento. // Mientras me alejaba pensé en las estrellas / que, como las flores, a nadie pertenecen.”
La voz poética
En “Tarde llegaron las hadas”, más allá de los recursos retóricos y estilísticos, los poemas representan la cotidianeidad de la vida y su sentido profundamente existencial. La voz poética nos dice que “SE SOBREVIVE A LA NOCHE / como al invierno y a la locura. / El despertador no se equivoca. El tiempo es nada. Abro los ojos y sigo soñando”.
Si bien en la contratapa del libro se dice que “la autora se sirve a veces de un lenguaje simbólico, a veces puramente confesional, para construir historias de finales nunca felices”, yo escucho una voz que me revela la esencia de la vida y que me invita a revisar aquellos conceptos en los que se edifica nuestro paso por este mundo. La concepción del tiempo es uno de ellos; el valor del constante aprendizaje es otro.
¿No es acaso el tiempo la oportunidad más valiosa de aprendizaje y de reconciliación con uno mismo y con nuestros seres más cercanos? Los poemas de “Tarde llegaron las hadas” parecen decirnos que sí.