Durante muchos años, los alcaldes de la sierra han gozado de los fondos del canon y demás generados por la actividad minera formal. Ingentes cantidades de dinero que fueron muchas veces invertidas en proyectos que no sirvieron de mucho o que sencillamente no sirvieron para nada.
Durante muchos años, los alcaldes de la sierra han gozado de los fondos del canon y demás generados por la actividad minera formal. Ingentes cantidades de dinero que fueron muchas veces invertidas en proyectos que no sirvieron de mucho o que sencillamente no sirvieron para nada.

En el ande también se cuecen habas. Y lo ocurrido en la semana pasada con los casos de los alcaldes de la provincia de Julcán y del distrito de Calamarca son una nueva demostración de ello. Encima de ello, las dos autoridades ediles son hermanos: Marco Rodríguez Espejo y Kiko Rodríguez Espejo.

La provincia de Julcán, dicho sea de paso, ya ha sido repetidas veces mancillada con alcaldes que, pese a ser populares, han tenido cuentas con la justicia. El caso más notable, quizás, fue el del aprista Mercedes Castro, hoy en prisión, purgando una condena de diez años.

Por supuesto, la corrupción en las municipalidades del ande liberteño no se restringen a la provincia de Julcán. Procesos y sentencias han habido varias en provincias como Sánchez Carrión, Otuzco o Santiago de Chuco. Las sospechas y no pocos datos hacen notar que en la sierra de nuestra región habría más casos de presunta corrupción por descubrir. El problema de la lucha contra la corrupción aquí es que se trata de zonas donde los reflectores no llegan, ni la prensa ni los operadores de justicia tienen llegada adecuada. Y denuncias en distintas municipales andinas siempre se escuchan y llegan a Trujillo, pero la geografía y la falta de recursos impiden profundizar en investigaciones que puedan poner al descubierto las anomalías que se advierten y señalan.

En la sierra, durante muchos años, los alcaldes de la sierra han gozado de los fondos del canon y demás generados por la actividad minera formal. Hemos tenido más de una década de vacas gordas, ingentes cantidades de dinero que fueron muchas veces invertidas en proyectos que no sirvieron de mucho o que sencillamente no sirvieron para nada. Ahí están los hospitales elefantiásicos sin usar, plazas públicas millonarias, monumentos a la nadería. Dinero invertido solo para generar gasto, para tirarlo por tirar. Para corrupción, digámoslo claro.

Hay muchas sombras en el ande liberteño. Y las autoridades judiciales deberían empezar a mirar con más agudeza a esta zona en la que parece reinar la impunidad.