Las grandes sombras ediles
Las grandes sombras ediles

Uno de los flancos más abiertos de la actual gestión municipal está en su ostensible incapacidad para ejecutar obras. El alcalde de Trujillo ha hecho poco en estos más de tres años y medio de periodo, y encima no lo ha hecho bien.

Pero no se trata solo de detalles técnicos o ausencia de exuberancia de proyectos, sino de sospechas de corrupción en cada una de estas obras y proyectos. Cada acción importante de su gestión ha llegado ensombrecida por los cuestionamientos a la transparencia, todas han emanado un tufillo fétido que no ha dejado indiferente a muchos ciudadanos.

Los trabajos de la plaza de armas, por ejemplo, despertaron la inmediata indignación de la gente que, aun sin conocimientos técnicos, advirtió que algo maloliente había tras los bloques de piedra mal pulida de sus pisos. Los peritos y más de un especialista han corroborado las sospechas de la gente: esa obra ha sido una estafa, y se ha desembolsado plata de más, cerca de un millón de soles de sobrevaloración, según el peritaje técnico de la fiscalía.

Y las muestras están ahí, enturbiando a esta gestión edil. Hace unos días atrás, este diario dio a conocer la firma del contrato de la comuna con un cuestionado consorcio para la remodelación de las comisarías de La Noria y El Alambre, por tres millones y medio de soles. Semanas antes, una denuncia había detenido la marcha de este proceso: el consorcio Libertad, ganador de la buena pro, había presentado documentos con datos falsos. Se anularía todo, anunció el gerente municipal Bernardo Alva, pero semanas más tarde tuvo que comerse sus palabras. El mismo consorcio ahora ejecuta el proyecto. Como si hubiese una imperiosa necesidad de seguir con lo ya iniciado, de cumplir un compromiso inquebrantable.

Esa ha sido la constante en tiempos de Elidio. Ocurrió igual con la concesión del servicio de recojo de basura al consorcio Trujillo Limpio, que se hizo contra viento y marea y desoyendo las críticas y cuestionamientos al proceso. Y eso que no mencionamos el caso del recaudo electrónico del transporte, otro enrevesado proceso con varias aristas.

Y así fue la historia, precisamente, de la plaza de armas. Media ciudad criticando la premura de la obra, pero Elidio Espinoza empujando para sacarla adelante, en cuanto antes, descorchando la botella de champán para echarla sobre los pisos en aquella mañana en que lució tan exultante.