La noche del 20 de noviembre, en el Paraninfo de la Universidad Nacional de Trujillo, no se presentó solo un libro: se celebró una manera de asumir y vivir la literatura. En el marco de la Semana de la Especialidad de Lengua y Literatura, este histórico recinto abrazó la aparición pública de ONCE LIBERTEÑO, una antología que busca convertirse en un referente ineludible de la cuentística liberteña contemporánea.
VER MÁS: La fiesta del libro y la lectura en la escuela “Carlos Uceda Meza”
Autoridades académicas, docentes, estudiantes y escritores se reconocieron en esta selección de cuentos y renovaron su firme convicción de que un libro aún puede convocar miradas, emociones y sueños. Esta antología, preparada por el docente y editor Carlos Santa María, reúne once cuentos de innegable valía.
Once Liberteño
La metáfora futbolera no es un simple recurso: se trata de una alineación de once que saltan a la cancha con sus mejores relatos. Esta vez, la selección incluye solo a autores varones. El editor aclara que no se trata de invisibilizar a narradoras como Gloria Portugal o Julia Wong, sino de responder a un concepto del libro que apostó, esta vez, por una “oncena” masculina. Toda antología, nos recuerda, tiene algo de capricho o “criterio”.
Pero, más allá de ello, lo que distingue a ONCE LIBERTEÑO no es solo el resultado, sino el proceso que lo sostiene. Desde sus años universitarios, Santa María armaba antologías caseras: copiaba cuentos que lo marcaban y armaba el libro que le hubiera gustado encontrar. Ese gesto se ha vuelto hoy un trabajo sistemático. De ahí que esta sea la selección de cuentos más sólida y objetiva que se ha hecho en La Libertad. El índice (los once cuentos seleccionados) parece darle la razón: no hay textos de compromiso ni relatos elegidos por simpatía; cada cuento se defiende por sí mismo.
- PUEDE LEER: Echevarría y su manifiesto del bosque en Chepén
Ante la tibieza
Esa exigencia explica también la presencia de textos “poco amables” para ciertos espacios escolares o institucionales, reacios a cualquier tema espinoso. Santa María cuestiona la tendencia a promover una literatura “light”, diseñada para no incomodar a nadie. Recuerda, por ejemplo, un cuento de César Silva que se atreve a explorar la posibilidad de un vínculo incestuoso entre una “santa” y su hermano, o un relato de Carlos Tataje que se extiende por treinta páginas, en tiempos en que muchos programas de lectura exigen textos breves y previsibles. Frente a esa dieta de historias inofensivas, que se consumen y se olvidan, ONCE LIBERTEÑO propone relatos que reclaman atención y no temen rozar zonas incómodas.
En muchas escuelas buena parte del material ofrecido a los estudiantes está conformado por libros de baja demanda cognitiva, tramas edificantes, personajes ejemplares, moralejas servidas en bandeja; en suma, por “literatura Qali Warma” (como la llama el crítico David Navarrete). Paradójicamente, estas “buenas intenciones” terminan alejando a los lectores: los subestiman y les ofrecen siempre la misma historia mansa. De allí su insistencia en los “autores anzuelo”, como alternativa; es decir, textos que tiendan puentes entre el lector vacilante y una experiencia estética más exigente, pero hospitalaria.
Compromiso lector
Dialogamos, así, con las urgencias de un sistema educativo que necesita renovar sus prácticas lectoras, pero se resiste a limar la literatura hasta volverla un producto inofensivo. ONCE LIBERTEÑO no es un libro “para escuelas” en el sentido utilitario del término; es un libro que las escuelas podrían leer si aspiran a formar lectores críticos, dispuestos a pensar y a sentir más allá del eslogan motivacional. La literatura, recuerda Santa María, tiene derecho a “joder un poquito”, a decirle a cualquier discurso triunfal que no todo está bien.
En esa línea, esta selección interpela también a universidades que olvidan su rol y compromiso, a aquellas en las que autoridades y docentes temen proponer “lecturas más complejas”: ¿qué tanto puede exigir quien no se deja incomodar por un buen cuento? Once Liberteño, funciona —bajo esta perspectiva— como espejo y recordatorio de que leer implica riesgo y disposición a dejarse descolocar.
- LEER AQUÍ: Gerson Ramírez y Una mujer de ojos claros
Ecos de La Libertad
Los once cuentos reunidos muestran dominio del oficio, oído para el lenguaje, capacidad de crear atmósferas persistentes. Hablan desde una geografía concreta, pero sus complejas realidades y sus preguntas nos conciernen a todos. Esa mezcla de raíz local y resonancia universal es, quizá, el mayor logro de este meritorio libro.
Tal vez por eso la presentación de ONCE LIBERTEÑO se vivió como un punto de partida: ¿a quién debe enfrentar esta selección?, se preguntó el catedrático Juan Villacorta. A la indiferencia y al centralismo, respondieron presentadores y autores. El libro, definitivamente, no pretende zanjar discusiones sobre “lo mejor” de la narrativa regional, sino abrir conversación: invitar a nuevos lectores, provocar antologías futuras, animar a que más autores salgan a la cancha. Al final, este opera como una puerta. Cruzarla es aceptar el pacto básico de la buena literatura: dejar que otra voz nos acompañe y que nos cambie la manera de mirar el mundo.





