Pero no solo de historias, personajes y escenarios están compuestos los cuentos de Luis Alarcón. Sus escritos son magníficos lienzos cargados de intensa poesía.
Pero no solo de historias, personajes y escenarios están compuestos los cuentos de Luis Alarcón. Sus escritos son magníficos lienzos cargados de intensa poesía.

¡Qué hermoso y agudo es, al mismo tiempo, leer un libro que te transporta sobre un lienzo de imágenes intensas, poéticas construcciones verbales y estremecedoras historias! Me refiero al libro “Nieve perpetua y otros cuentos”, del artista plástico y escritor Luis Alarcón.

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Cinco cuentos conforman este breve pero intenso libro. En todos ellos hay un grito por la vida y una impostergable invitación a mirarnos en el espejo de nuestra actuación cotidiana e histórica. Pareciera que la utopía es el horizonte que marca el derrotero de sus personajes y el realismo inclemente, el escenario que atenaza a cada una de sus historias (que también son las nuestras).

Pero no solo de historias, personajes y escenarios están compuestos los cuentos de Luis Alarcón. Sus escritos son magníficos lienzos cargados de intensa poesía. Son palabras para el oído, el espíritu y la conciencia.

“Caminaba muy desenfadado por la ribera del riachuelo, absorto, viendo el armonioso deslizar de los peces” nos dice al iniciar el cuento “Nieve perpetua”. Luego, un ambiente mágico envuelve al personaje e inevitablemente al lector: “Distancié mis pasos de la orilla para no ser atraído por los colores brillantes de los peces (…); peces con los ojos que reflejan las figuras de gigantes desvanecidos en el pleito de las nubes con los rayos del sol en la tarde moribunda.”

Además de este lenguaje envolvente, Luis Alarcón sacude nuestra conciencia con acontecimientos misteriosos, como los que ocurren en el cuento “El regreso del destino”. Aquí, una mañana de fiesta en un pueblo de gentes sin mayor esperanza, “sentado en las graderías de los faroles, se distingue la delgada figura de un hombre extraño, vestido enteramente de azul, con adornos que semejan estrellas”. Luego de “jugar con sus inocencias” este hombre les deja una pinta en una pared de la iglesia. Así que “Recobrando su espíritu de siempre, diáfano como la ternura de un niño, volvieron a su rutina, a la construcción de sus propios e inevitables destinos”.

Y siguiendo con estos zarandeos, nuestro escritor nos confronta con la consustancial maleficencia del diablo en “Una sombra bondadosa” y, desde esa confrontación, nos impele a pensar en la “naturaleza” de los políticos y en la innegable idiotización en la que nos sume la televisión. “Se oye, entonces, un grito como el retumbar del trueno en una tarde gris de un agosto muerto. Es el lamento y la aflicción del diablo. (…) Muerto el diablo, el político -con disimulo- guardó en un frasco los poderes del ángel de la sombra”.

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Por su parte, “Una laguna y un sueño” es un notable cuento que contrasta la magnificencia de la naturaleza con la barbarie humana. Esta historia nos transporta a la época de la guerra interna, para mostrarnos los comportamientos miserables de quienes tienen la supremacía de la fuerza. Pero también nos sumerge en el sueño de sus protagonistas para compartir juntos la utopía de un mejor futuro. “Están sentados a la orilla de la laguna, teniendo como techo la inmensidad del firmamento (…). ¿No ves? Allí está nuestra laguna. Ella estará esperándonos, como un espejo maravilloso, siempre”.

“Viaje del agua”, el quinto y último cuento del libro, es un apacible y dulce canto a la naturaleza, pero especialmente la reverencia del hombre ante ella: el compromiso de vivir en armonía con la naturaleza. “Empezaron a llegar los hombres acompañados de sus animales y bebieron juntos el agua que se hacía más clara y más dulce que nunca. En las profundidades, los peces de piedra retornan a su habitual forma de vida, a su brillante hermosura…”.

Como afirmé anteriormente, los cuentos de Luis Alarcón son versos e imágenes para el oído, el espíritu y la conciencia. Y es que este huancavelicano, afincado en Trujillo desde casi toda una vida, cultiva el arte en su integridad. Y desde esa integridad nos hace escanciar en cada uno de sus libros.

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Así lo muestran también sus obras poéticas. “Poemas Esquivos”, en palabras del destacado poeta y editor piurano Alberto Alarcón, son “pinturas verbales destinadas a comunicar emociones y sentimientos que, como ríos indómitos, se niegan a discurrir por los cauces de la pintura”. Son “palabras sencillas sobre el lienzo de nuestra memoria, cromos silábicos para hacernos sentir aquello que ‘solo el viento lo sabe’.”

“Hombres de fuego en 21 memorias”, según el maestro Cronwell Jara son “versos dolidos y estremecedores que parecieran tallados en pirita, consagrados en monumentos hechos poemas para la eternidad”. O “representan un bálsamo (…) y el anhelo por que en alguna parte, alguna vez, estos sacrificados hombres danzarán bajo un sol que alumbre con justicia sus destinos” (Marita Troiano).

Y “Nieve perpetua y otros cuentos”, en palabras del poeta Arturo Corcuera”, contienen “la utopía por salvar(nos) el creciente deterioro del universo”.

Como podemos notar, la poesía, la plástica, el sentido humanista y el compromiso con la naturaleza nutren la producción literaria de Luis Alarcón, especialmente su narrativa. Por estas y otras razones, “Nieve perpetua y otros cuentos” es un invaluable libro que vale la pena leer.

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