Por qué no se va Elidio
Por qué no se va Elidio

Elidio Espinoza se quedará hasta fin de año, cumplirá su mandato, ya no postulará al Gobierno Regional de  y la noticia parece haber dejado indiferente a todos, o a casi todos.

Hace unos meses, a su alrededor todos creían y querían creer que Elidio Espinoza podía dar el salto. Pero todo lo que ha ocurrido en esta última parte del periodo ha ido convenciendo al alcalde de Trujillo de que sería una apuesta muy arriesgada, que lo más probable es que termine quedándose en el aire, sobre todo porque no ve una estructura política que lo acoja y le dé soporte.

Quienes han trabajado con el coronel en retiro saben perfectamente que él no es un hombre orquesta sino que se alucina una especie de monarca en reposo que espera que todos pongan el hombro, el pecho, el sudor de la frente y hasta las gaseosas porque es lo que corresponde. “Ustedes son quienes quisieron que postule, y a ustedes les conviene”, le decía Elidio a quienes lo rodeaban en los meses previos a la campaña que lo llevó a la alcaldía de Trujillo.

El alcalde vio, sin embargo, una opción cuando su colega Paúl Rodríguez, aprista de El Porvenir, le tendió la mano y hasta lo engarzó en la dinámica de poder resultante de la empresa Sedalib. Elidio Espinoza vio la mano amiga, incluso un partido dispuesto a poner el hombro por él. Sí, eso creyó: el coronel en retiro supone que siempre alguien debe hacer algo por él, tal es su orgullo y su modus operandi. Paúl Rodríguez, hábil y cuajado en estos asuntos de política, removió su vanidad, le dijo lo que quería oír, lo abrazó de un modo que ningún otro político local lo había hecho.

Pero Rodríguez lo hizo porque también lo necesitó, y como no es tonto, sabía que esa cercanía con Elidio al final más le restaba que le sumaba; incluso en su propio partido, el Apra, donde le advertían que corte ya esa ligazón. Paúl Rodríguez, ya se sabe, quiere ser alcalde de Trujillo.

Elidio Espinoza entonces se quedó solo. Miró a su alrededor, detrás de él, y encontró un movimiento diezmado por la renuncias y los salpicones; suyo, pero minimizado. Su movimiento, ese cuyo nombre hasta ahora pocos han podido memorizar (incluso quien escribe estas líneas tiene problemas para recordarlo hasta hoy), no lo puede llevar a donde quisiera por sí solo, y seguramente irá expirando luego de que termine su gestión. Es el precio de la improvisación, de los acomodos de última hora y del caudillismo providencial.

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