En varios puntos de la ciudad, decenas de niños ansían que personas de buen corazón lleguen con el auto o la muñeca soñados.
En varios puntos de la ciudad, decenas de niños ansían que personas de buen corazón lleguen con el auto o la muñeca soñados.

“He recibido dos muñecas, pero se las daré a mi hermanita de ocho años”, nos dicen Kevin. “A mí me han dado un carro y un muñeco”, añade su amigo, un pequeño de 8 años.

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Kevin y su amigo no solo tienen en común haber nacido en Venezuela y trabajar en las calles de Trujillo para poder alimentarse. A pocas horas de una nueva Nochebuena, en la intersección de la avenida Fátima con la prolongación César Vallejo, juntos esperan el ansiado regalo de Navidad. “Alguien pasa en su carro y nos da juguetes y hasta panetones”, añaden.

Esperanza

Varios son los puntos de la ciudad donde decenas de niños esperan que personas de buen corazón lleguen en sus autos o a pie para que les regalen el auto o la muñeca soñados.

A ellos se suman madres y padres de familia que sin un trabajo estable también ansían que sus hijos reciban el juguete que ellos no les pueden dar. “Por aquí vienen varios carritos a repartir juguetes. Tengo dos hijos, uno de cinco y otros de ocho”, cuenta Melissa Cloríndez.

La mujer, como los otros dos niños, llega a la esquina de Vallejo con Fátima a las 8 de la mañana y se retira a las 10 de la noche. Todos los días viaja más de una hora desde las faldas del cerro Cabras, en La Esperanza. Mientras ella trabaja vendiendo fuegos artificiales, sus hijos esperan al ciudadano probo.

La intersección de las avenidas América Sur y Húsares de Junín es otro punto que reúne a decenas de niños a pocos días de la Navidad. Juanita, una niña de 10 años, asegura que todos los días llega “desde Alto Trujillo” con la esperanza de recibir una muñeca “grande y bonita”. “Siempre me han gustado las muñecas”, agrega.

En la avenida América Sur, apenas metros más allá, otro grupo de niños se amontona alrededor de un carro que ha llegado con docenas de regalos. El conductor pide orden y paciencia, pero para quien no siempre tiene un juguete en Nochebuena es dificíl contener la emoción.

“Mira, un robot”, dice emocionado Luis. “Yo recibí una cajita de carritos”, sostiene Carlos. Ambos niños son peruanos y viven en los sectores más pobres de La Esperanza. “Mi papá está más allá. Mientras yo espero mi regalo, él limpia carros”, narra el primero.

En el óvalo Papal, el grupo de niños es menor, pero todos tienen las mismas ganas de recibir un regalo.

En las puertas del Mall Aventura Plaza, Piero, de sonrisa ancha, también espera que le regalen un “carro de carrera”, pero el regalo que más desea es estar “siempre” al lado de su madre.

“Eso es lo que más quiero”, confiesa.

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