Mensaje de esperanza del obispo de Tacna y Moquegua
Mensaje de esperanza del obispo de Tacna y Moquegua

"Con Jesucristo vivamos la Semana Santa (San Mc. 14,1-15,47). Junto a Dios que es rico en Misericordia, y nos ama hasta dar la vida, hoy iniciamos el recorrido de la Semana Santa, donde recordamos y celebramos la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús nuestro Señor. Esta semana se inicia con el llamado "Domingo de Ramos" o "Domingo de las Palmas", en memoria de la entrada triunfal de Jesucristo a Jerusalén. Con alegría el pueblo lo acoge, extiende por el suelo ramas de olivos, y hace vivas con las palmas, pues lo reconocen como el enviado de Dios, el Salvador. Todos a una exclaman: "Bendito el que viene en nombre del Señor", "Hossana". Este reconocimiento, provocará más la ira de los jefes del pueblo que buscan a toda costa deshacerse de Él; de aquí surge el otro nombre que se le da a este día: "Domingo de la Pasión"; el Evangelio, que se lee narra todo el recorrido del Señor, que va desde su entrada en Jerusalén hasta su muerte en la cruz; que va desde el "¡Viva!", al "¡Crucifícalo!", para concluir el domingo próximo con el grito de victoria: "¡Cristo Vive!". A lo largo de este caminar del Señor, se dan muchos contrastes: se mezclan conspiración y reconocimiento de su misión, traición y promesas de dar la vida por Él; negación del amigo y confesión de fe de un extraño. Jesucristo, pasa de la multitud, a la soledad completa de la Cruz. Su cuerpo es perfumado con fragancias caras y a la vez escupido con desprecio e ira; del saludo y abrazos de los niños, pasa a los latigazos, al madero rudo y clavos punzantes, y por fin al brazo de su dolorosa Madre. Tantos contrastes, que si por un lado hablan de rencor, de maldad, y falsas promesas; por otro lado, está la firme y fiel respuesta de nuestro Señor, que asumen todo como "hilos" con los que va tejiendo nuestra Salvación, con razón dijo "Nadie me quita la vida, yo la doy libremente"(Jn 10,18). Por ello, las celebraciones de estos días, nos invitan a no ser simples "espectadores", sino desde una sincera conversión recorrer con Jesucristo el camino de la liberación, el paso de la muerte a la vida. Entremos con Él a Jerusalén, tomemos parte de la alegría y la fiesta con que es recibido, agradezcamos por tantos que ponen al servicio de Dios, cuanto son y poseen. Sintámonos parte de los privilegiados de Dios que en la Cena íntima son testigos de la Institución de la Eucaristía; compartamos con el Señor el dolor de la traición del amigo, acompañemos con nuestra oración su soledad y angustia en Getsemaní; ante Pilatos y el pueblo que lo condena, gritemos que Él es inocente; con Simón el Cirineo, ayudémosle a llevar la cruz solidarizándonos con los crucificados de nuestro tiempo; con el Centurión romano, que puede ver en el "desfigurado" y el "hazme reír de todos", al Dios vivo y verdadero, confesemos con fe: "Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios" (Mc 15,39). Con Jesucristo, por encima del dolor, perdonemos a los que nos ofenden y pidamos también perdón. Con María Santísima abracemos el dolor y seamos fuertes en el silencio de lo incomprensible; con Ella, a pesar de que las lágrimas no nos dejan ver la salida, renovemos nuestra fe y esperanza en la Resurrección. Hagamos de estos días una verdadera Semana Santa y no meras vacaciones y ocasión para divertirse, profanando los hechos que nos han dado la salvación".

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