A escasos dos días del día central de la festividad de la Virgen de las Mercedes, Paita se llena de fe y esperanza cogidos de las manos de su Madre Protectora y la de miles de peregrinos y fieles que llegan desde diversos lugares y del extranjero a solicitar su bendición y protección.
Todos los años, cada 24 de septiembre se reúnen en este puerto piurano miles de personas de diversas clases y condición social, llegan a los pies de la virgen, considerada por el papa Juan Pablo II como la Madre “Estrella de la fe y la evangelización” (1985), y que tiene como particularidad (que no tienen otras imágenes), la herida en su cuello, que fue producto del pirata inglés George Anson, quien asoló el puerto de Paita entre el 12 y 15 de noviembre 1741.
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LOS PEREGRINOS
El caminar de los peregrinos desde diversos lugares para llegar hacia Paita para adorar y estar cerca de la imagen, llamada también “Mamá Mechita”, es un sentir de veneración que aumenta la fe, pero también se contagia desde años inmemorables en la tradición y los portentosos milagros recibidos de la Madre Santísima.
Para los peregrinos no importa la distancia, pues personas de distintas edades llenos de religiosidad van a rendirle ese amor filial a la Virgen y de paso gozar de las diversas manifestaciones culturales que atraen a peruanos y extranjeros.
Con ello le demuestran su agradecimiento por los favores recibidos o solicitar su ayuda o socorro, ellos cumplen su promesa, por lo cual ningún sacrificio es mayor que sus ganas de estar junto a la venerada imagen y su maternal presencia.
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LA HISTORIA
Según cuenta la historia, a través del Arzobispado de Piura -que es su patrona-, el inicio de este fervor católico se remonta al año 1532, cuando la escultura de la virgen llegó al puerto de Paita, traída por religiosos de la Orden de la Merced.
Se le atribuye a Fraile Miguel de Orenes la fundación del primer Templo de la Merced, la cual fue destruida durante el ataque al puerto por Thomas Cavendish en 1587, y aquella vez, la imagen de la Virgen fue salvada de las llamas por un desconocido feligrés, que la resguardó en su hogar.
Posteriormente, fue atacada por piratas y corsarios, siendo el más recordado George Anson (1741), tanto por la ferocidad del ataque como por la agresión que sufrió la imagen de la Virgen. Ansón asoló el puerto y según cuentan, al ingresar al templo de la Merced saqueó todas las piezas de valor e intentó infructuosamente decapitar la imagen, pero sólo pudo producirle unos pequeños cortes en el cuello.
Esto enloqueció al corsario, quien mandó que la condujeran al barco, pero al momento se produjo una terrible tempestad, los tripulantes se espantaron y atribuyeron el inusual comportamiento del mar al robo sacrílego que habían hecho, por lo que lanzaron la estatua a sus aguas y al momento volvió la calma.
Al día siguiente, la imagen fue encontrada en la orilla, por unos pobladores, los vecinos jubilosos (pese a la destrucción sufrida) la condujeron en procesión hacia su templo.
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LAS DISTINCIONES
La venerada imagen ha recibido innumerables reconocimientos. Los más importantes: En 1921, en el primer Centenario de nuestra Independencia, recibe la Coronación Canónica como Patrona de las Armas del Perú, nombrándola Gran Mariscala del Perú, cuya designación fue aprobada por el Congreso en 1823.
En 4 de febrero de 1985, el Papa y hoy Santo, Juan Pablo II, durante la visita apostólica que hiciera a Piura, la reconoció y llamó “Estrella de la Fe y de la Evangelización”, dejándole como signo una medalla conmemorativa.
En 1971 le fue impuesta la Gran Cruz al Mérito Naval, en 2005, la Medalla de Honor del Congreso de la República y dos años después, Patrona de la Arquidiócesis de Piura y Tumbes.