Frente a una tumba desgastada por el tiempo y casi opacada por la tierra, un chamán alista su saco de plástico, su himnario y un crucifijo de bronce tan viejo como él. Se trata de Rafael Platero (66), un puneño que con un castellano bastante masticado; nos narra que llegó hace más de 30 años a Tacna. Su historia así como el de muchos otros ‘rezadores’ tiene un común denominador: la pobreza.
Son las doce del día y el sol comienza a calentar la arena, mientras que el viento lejos de disipar la temperatura complementa el inquietante panorama con tierra. Pese a lo molesto del escenario, miles de personas abarrotan el cementerio de Pocollay, parece no importarles el motivo y se acuestan a un costado de la tumba de sus familiares. En ella extienden portentosas mesas dónde los ingredientes son la tantawawa, el maná y algunos deliciosos platillos a base de carne, cerdo y pollo que es consumido sin rubor, y saciado con cuánta bebida tengan en la mano.
Pero así como se tejen miles de historias alrededor de las almas también están los deseos de superación. Ahí se encuentran cantantes, músicos y orquestas, quienes por un monto de 10 soles o la voluntad de los visitantes, entonan huaynos de la zona; así como música tradicional de de Huaraz, Huancayo, Cajamarca, Ayacucho y otros lugares dónde el mensaje es el recuerdo y la nostalgia por los seres queridos.
“Los familiares (en los cementerios) están tristes porque perdieron un ser querido, pero nosotros levantamos su moral difundiendo la música que a veces llega al sentimiento. Es nuestra labor llevar el mensaje a los afligidos, y los tristes”, dijo Mario Coaquira Torres, quien junto a su esposa Rosita de la Cruz, engalanan las tumbas del camposanto.
“Cuando rezo hago que mi cliente converse con su finadito. Por unos minutos ellos se reencuentran y se abrazan”, relató Ignacio, un “rezador” que aprovecha la coyuntura para brindar sus servicios a los afligidos. Principalmente aquellos que han perdido recientemente a su ser querido.
VISITAS
El mausoleo quincenalmente recibe el cuerpo de aproximadamente 15 personas. Ellos son ubicados en nichos o en la tierra.
Pasan las horas, y ya es momento de la alegría. Se dejó atrás las oraciones y plegarias. Ahora muchos de ellos con lágrimas celebrarán el día de sus difuntos, mezclando sus sentimientos con un poco de alcohol que los permita acercarse un poco más a sus familiares muertos. Está prohibida la cerveza y la comida pero esas normas pocas veces son cumplidas sabiendo que la costumbre principal de estos pueblos es la cultura andina.