Con la lucidez de un poeta callejero y la rebeldía de un trovador eléctrico, Andrés Calamaro regresa al Perú para reencontrarse con un público que ha crecido con su voz como banda sonora de vida. Ícono del rock en español, pero también un explorador incansable de sonidos y emociones, Calamaro conversa con Diario Correo sobre su presente musical, su relación con la autenticidad y esa mezcla única de humildad y sofisticación que lo mantiene vigente, lejos del ruido de la fama, pero cerca del alma de sus canciones. Este reconocido cantante argentino también habla sobre su presentación en Piura, que será el miércoles 30 de abril.
¿Qué significado tiene para ti presentarte en un país, donde tu música ha influido en tantas generaciones?
Soy una persona humilde y sofisticada, a los rockeros siempre nos discuten casi todo y se nos aconseja no esperar la aprobación de todo el mundo. Luego me considero un artista desconocido por las mayorías, y autor de un repertorio oculto mas interesante del que ha sonado en la radio. Me consta el afecto del pueblo peruano, vuelvo agradecido con el candor que me demuestran y espero renovar mis credenciales de visitante ilustre al frente de este grupo musical.
A lo largo de tu carrera has explorado diversos estilos musicales. ¿Cómo describes la evolución de tu sonido y qué te inspira actualmente?
Ahora mismo estamos en nuestra cumbre como banda en vivo, nos estrenamos con arreglos para saxo tenor y trompeta, seguimos buscando la “casi perfección” y el equilibro del repertorio, y estamos empezando una gira con ilusión y alegría. No sabría que disco grabar ahora mismo, no se cual es la próxima dirección de la música grabada, un disco es elegir entre cincuenta maneras distintas de grabar un disco.
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Tus letras han marcado a toda una generación de seguidores. ¿Cómo logras mantener esa autenticidad y conexión con el público después de tantos años?
Bueno, sigo perdido entre las letras y la forma de cantarlas. Perdido y tratando de encontrarme a mi mismo en una interpretación que me deje conforme, con buenas sensaciones. Una búsqueda imposible, cantar como torear.
En tus conciertos siempre hay espacio para la improvisación y la nostalgia. ¿Podemos esperar alguna sorpresa o colaboración especial en el escenario de Piura?
No soy devoto de la nostalgia como (si) lo soy de la improvisación. Dicho así suena a conflicto existencial entre el jazz y el tango. Un teorema que resuelve el blues que contiene estas dos cosas entre otras, la tristeza azul y la naturalidad de las melodías que nunca se repiten dos veces iguales.
Después de décadas en la música, ¿cuál consideras que ha sido el mayor desafío de mantenerte vigente en la industria y cómo lo has afrontado?
Bueno, hablar de vigencia cuando las cosas salen bien es un lujo. Conozco las miseria de mi oficio y se lo que es sobrevolar tachos de basura o buenos restaurantes. He afrontado “el desafío” dispuesto a renunciar a todo.