A Luis Ángel Pinasco, “Rulito” para todo un país, solo le faltaba escribir un libro para completar los preceptos de un conocido dicho popular que señala que en la vida de todo ser humano, además de un libro, hay que plantar un árbol y tener un hijo. “Cada vez que en muchas reuniones contaba mis anécdotas, mis hijos y muchos amigos me sugerían que escribiera un libro relatándolas. Tanto insistían, que al final dije: tengo que escribir un libro”, cuenta Luis Ángel que celebra la aparición de “Memorias de un tremendo cañonazo” (Editorial Planeta).
Sus inicios profesionales fueron en el periodismo escrito, una experiencia muy valiosa.
Cuando estudiaba en la Escuela de Periodismo de la Católica, Alfredo Kato nos llevó a ocho chicos a trabajar a un vespertino que iba a salir y cuyo director era Alfonso Tealdo y el jefe de redacción era Guillermo Thorndike, que tenía un año más que yo, y era además, el jefe de la sección policial del diario La Prensa. Llegué a aprender con grandes referentes.
El periodismo escrito marca la pauta para emprender cualquier otro tipo de actividad en el mundo de las comunicaciones.
Pero por supuesto, ejercer el periodismo te va formando, enriqueciendo, te va haciendo un profesional más, responsable, ese oficio de tener que escribir todos los días, equivocarte y corregir. En esa época había que mandar los textos limpios, sin errores, para enviarlos a la rotativa para que te ganes una buena calificación.
Esa responsabilidad y respeto a la profesión se mantiene intacto, sin humos subidos ni prepotencias.
Eso depende de la personalidad de cada uno. Hay gente que es muy déspota, hay gente que se le sube la popularidad a la cabeza, y se ponen intransigentes, pero eso es cuestión de la formación y cómo han ido desarrollándose en la vida.
Y hablando de formación, cómo ve el mundo actual en el que no se necesita preparación para opinar y conducir en redes sociales y plataformas.
Las cosas van cambiando con el tiempo, no todas para bien, lamentablemente. Por eso, las cosas nuevas, hay que tomarlas con pinzas, porque, por ejemplo, para mí las redes sociales son un asco, son un nido de odiadores, no puede poner nada porque inmediatamente te califican y te ponen allí como una bestia, como un idiota, un ignorante, un cínico, un sobrado, eso es horrible. Por esa razón yo no tengo ni Twitter, no tengo ni Facebook, no me gusta esa parte de la vida que ahora es común.
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Pero usted sigue vigente en la televisión, que tiene nuevos códigos en el marco de la modernidad.
Efectivamente, sigo en Cinescape, y cuando me llaman para Al fondo hay sitio, pero hay cosas que no me gustan de la modernidad, porque está dando cabida a gente que no tiene la menor idea de lo que está hablando, y lo único que hace es calificar. No están preparados para saber cómo se hacen las cosas, por qué se hacen las cosas, en qué momento, en fin hay un montón de detalles que la gente desconoce, pero sí tienen el permiso de escribir y decir lo que les da la gana.
Luis Ángel en todas su facetas, ¿con cuál se queda?
Todas las cosas que yo he hecho, las he hecho porque me han gustado. No puedo decir me gusta más la televisión que la radio porque cada oficio tiene su encanto, no hay algo mejor que otro, yo todas las cosas que hice es porque me gustaron y traté de hacerlo lo mejor posible, y creo que me salieron bien. Nunca dije no a nada, trabajo que me ofrecían, yo decía: sí lo puedo hacer.
¿Y aún dice sí a ofertas de trabajo?
Mira, yo acabo de cumplir el 24 de enero 84 años, y la verdad es que me siento en el pleno uso de mis facultades físicas y mentales, como para seguir trabajando hasta los 90. Sí, creo que a los 90 ya me plantaré.
Entonces aún le faltan años para escribir más memorias.
Eso depende de Planeta y de la acogida que tenga el libro y nos va muy bien. Han quedado muchísimas cosas en el tintero, así que todavía hay cosas que contar.