"Estoy muy contenta y satisfecha porque estoy haciendo lo que tanto me apasiona, lo que tanto me gusta", dice Marisa Minetti, quien encarna a Rocío Mendoza en la telenovela "Eres mi sangre".
"Estoy muy contenta y satisfecha porque estoy haciendo lo que tanto me apasiona, lo que tanto me gusta", dice Marisa Minetti, quien encarna a Rocío Mendoza en la telenovela "Eres mi sangre".

Rocío Mendoza de Navarro vive bajo sus propias reglas. Detrás de la apariencia de una esposa perfecta, hay una mujer calculadora, pero que a la vez sufre; además, vive una relación prohibida y su único interés es mantener el equilibrio de una familia amparada en secretos no revelados. “¿Rocío es buena o mala?”, le preguntamos a Marisa Minetti, actriz que caracteriza a tan intenso personaje en “Eres mi sangre”, la novela estelar de América Televisión y Del Barrio Producciones. “En realidad, no es ni mala, ni buena, creo que es un personaje de los pocos que no tienen etiqueta. Ella viene de un entorno muy complejo, tóxico, y quizá por eso se adapta a las situaciones que se le presentan. Yo estoy construyendo un personaje, lo más real posible”, dice la actriz.

Cuando vas a entrar en la piel de un personaje. ¿Se diferencia mucho la preparación para un rol en el teatro o la televisión? La indagación es fundamental, tanto para construir un personaje teatral, como con un rol televisivo. Si bien los lenguajes son distintos, la investigación y la historia del personaje es fundamental y lo respeto para ambas propuestas. Construyo los personajes de la misma manera, con esa misma técnica, creándole hasta una especie de DNI, de cómo es, dónde nació, quiénes eran sus padres, cuáles eran sus hobbies de niña, dónde estudió, cómo fue su adolescencia.

Esos elementos te sirven para que tu personaje tenga bases sólidas. Es vital crear un hilo conductor que, en el caso de Rocío, la lleva a entender por qué se comporta de esta manera. Yo como actriz, necesito también creer en mi personaje porque eso se nota en la pantalla, tengo que entender por qué ella se comporta de tal o cual manera.

¿Es fácil sacar de encima un papel que exige darlo todo? Hace unos días hice una escena justamente con Bastian, que hace Rodrigo Sánchez Patiño, un excelente compañero y colega, fue una escena muy fuerte, dura, una pelea, y me quedé mal, Muchos dirán, pero Marisa tú eres canchera, tienes años actuando, pero me agarró cierta tristeza, nostalgia, porque le puse a esa escena alma, corazón y vida, toda mi energía, para que salga como yo quería. Luego tuve otra escena y estuve como inmovilizada, me costó hacerla.

Manejar y proyectar emociones no es nada fácil, ustedes, los actores, no son robots. Eso es importante recalcar, porque muchas veces somos tiranos en la crítica y en la exigencia. Nosotros jugamos con las emociones, y es totalmente válido que un trabajo tan intenso y demandante te afecte.

¿Cómo te sientes en este momento de tu carrera? Estoy muy contenta y satisfecha porque estoy haciendo lo que tanto me apasiona, lo que tanto me gusta, lo que tanto quise volver a hacer desde hace dos años que estoy aquí. Para mí es hermoso estar haciendo esto, que tiene momentos de estar en la punta y de repente, todo se vuelve silencioso. eso ya lo reconozco. He aprendido a disfrutar el día a día, y a disfrutar de una manera mucho más madura, más segura, que es lo que me da la experiencia, los años también, definitivamente, eso no me lo quita nadie.

Tu pasión por la actuación está intacta... Y la defino como mi medicina, lo que me permite ser feliz, seguir siendo apasionada, creativa, es mi medicamento. Si tuviera que darle un nombre a la actuación la llamaría mi medicina, a mí me hace muy bien.

Una profesión, que demanda tiempo, que exige trabajo, que no es de envanecerse por el éxito inmediato. Totalmente, no es de éxitos absolutos, eso no existe, definitivamente se necesita mucha paciencia, mucha claridad, tener bien los pies sobre la tierra. Si realmente te gusta este oficio tienes que darle para adelante como cualquier otro, tienes que ser perseverante, no te tiene que dar vergüenza tocar puertas, pasar casting y a que veces te digan no. Además, hay que enfrentar a los miedos y las inseguridades que son propios también de nuestro oficio y sobre todo hay que aprender a no ser tiranos con nosotros mismos. Eso no hay que olvidarlo.