Santiago Magill: “Me aburrí de hacer de gay”
Santiago Magill: “Me aburrí de hacer de gay”

Delgado, con el pelo corto y con mochila al hombro aparece Santiago Magill en el lugar pactado para la entrevista. El actor de 38 años, quien alcanzó la fama en la televisión y el cine entre los años 1995 y 2005, nos cuenta por qué decidió alejarse del mundo artístico y sobre su papel en la obra Hombre mirando al sudeste, que aborda el tema de la locura.

Después de tiempo reapareces en el teatro, ¿no extrañas la popularidad? A la larga tiene una serie de inconvenientes que no extraño; sin embargo, hoy en día hay gente que me sigue reconociendo en la calle, pero es distinto porque no es tan invasivo, es más bonito. Es un “te extrañamos”. La popularidad puede ser difícil para el que la porta porque se pierden derechos, la persona que “te admira”, no tiene claro que eres como él, que tienes mal humor, eres tímido, reservado o que no quieres hablar. El no vivir eso es agradable.

El mozo acaba de saludarte diciendo: “eres un actorazo” y no te ha visto en TV hace años... Eso a mí me emociona, lo otro al principio me emocionaba, pero llegó a fastidiarme. En los momentos en que tienes que decir: “un ratito, cálmate”, no te entienden, se establece un vínculo raro. Por eso supongo que la gente conocida en Hollywood busca espacios exclusivos. La gente no suele entender que esa persona también requiere de privacidad y ensimismamiento.

¿Qué has rechazado por cuidar tu privacidad? Lo que me da pena, pero no tenía que ver con la fama, sino con lo que en ese momento me nacía, es que en algún momento me hablaron de Contracorriente (de Javier Fuentes-León). Cuando leí el guion me pareció espectacular, muy bonito, interesante; igual preferí no hacerlo porque estaba aburrido de hacer de gay, con mucha pena le dije que no.

¿El aburrimiento era porque la gente te relacionaba con el personaje de No se lo digas a nadie? Por un lado sí, pero por otro ya no tenía ganas de someterme a esa experiencia. Ya no me provocaba, ya había hecho No se lo digas a nadie, que había sido un fenómeno; había participado en Antes que anochezca con un personaje también gay, había hecho I Love You baby, en España.

¿Hubo un encasillamiento? Todos los personajes eran distintos, pero la temática gay estaba. Dije: “ya no, no me provoca”. No me provocaba seguir en el mundo de lo gay, de la exploración homosexual. No era ningún tipo de prejuicio, simplemente era un deseo, un gusto, un momento.

¿No te ofrecieron un rol con otro perfil? Bueno, estaba Ciudad de M; en el cine no hice más. Lo que tenía que haber hecho era quedarme afuera, pero no me apeteció.

Por otro lado, ¿qué te atrajo de aceptar encarnar a Rantés en la obra Hombre mirando al sudeste? Me gustó la película (de Eliseo Subiela), la conversación que sostuve con Nadine (Vallejo), me gustó hacer de extraterrestre, la posibilidad de explorar, hay cosas que uno piensa y no se atreve a decir, la obra te motiva.

¿Piensas que la locura es inherente a las personas? Yo creo que sí, que cada uno tiene su locura, si es que la sacamos del ámbito siquiátrico. No estamos hablando de sicosis o esquizofrenia, cada uno tiene su particularidad extrema. En mi experiencia, cuando uno hace una autobservación, en la soledad absoluta, descubre que los pensamientos surgen como si uno fuera saltando de rama en rama sin coherencia.

ALGO MÁS. Santiago Magill debutó en la televisión con la telenovela Malicia (1995) y en el cine con No se lo digas a nadie (1998). Su última película fue Corazón voyeur (2005).

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