​El cerro es el límite
​El cerro es el límite

Ochocientos metros de altura nos separan de la tierra. Debajo de nosotros no hay nada. Solo vacío, vértigo y un grupo de gallinazos que vuela en círculos hacia el cielo. Acabamos de despegar de una pendiente terrosa en el cerro San Cristóbal y un parapente nos arrastra con dirección al viento.

Una vez en el aire, el miedo se estampa contra el suelo y el cuerpo flota como si estuviera sobre una nube. Lo único que queda es una extraña sensación de libertad y poder. Te sientes inmenso y diminuto a la vez frente a esa Lima interminable.

PARAPENTE PARA TODOS. Esta semana Juan Ortiz, campeón nacional de parapente, permitirá que más personas experimenten estas emociones cuando inicie la construcción del primer 'parapuerto' del cerro San Cristóbal.

El proyecto, explica Ortiz, implica la capacitación de la gente de la zona. "La idea es que ellos trabajen conmigo para cambiarle el rostro al cerro. Esto va a traer turistas de todo el mundo para volar.

TODA UNA TRAYECTORIA. Juan parece haberlo vivido todo, pero aún no se cansa de esa "corriente eléctrica" que siente cada vez que su cuerpo se eleva. Ahora quiere llevar el parapente a otro nivel y fusionar la disciplina con proyectos sociales como el del cerro San Cristóbal.

De hecho, un trabajo en la cordillera de los Andes ya ronda su cabeza. Como Santiago de Cárdenas 'el Volador', Juan es un visionario del aire. Desde las alturas, él parece ver con claridad lo que pocos ven con los pies pegados al suelo.

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