Dos sensaciones: adrenalina y emoción. En eso se resume la aventura de subirse a un bote, ingresar al mar y encontrarse, de pronto, con una ballena jorobada que sale del océano para mostrarle al mundo su majestuosidad con un salto o un coletazo. "Es magnífico", dicen los turistas, al tenerlos tan cerca. Son animales de 19 metros de largo y 65 toneladas de peso que nadan, bucean y saltan en el mar entre los meses de agosto y octubre, y tan cerca de los humanos. Un verdadero show acuático.

Los cetáceos llegan desde aguas antárticas a la costa peruana para reproducirse y dar vida a sus crías. En esta ocasión Punta Sal, en Tumbes, es el lugar ideal para admirar su inmensidad. "Las ballenas jorobadas vienen a la costa peruana porque acá las aguas son más tibias. Por eso es tan alucinante", explica Juan Pablo Testino Samanez, jefe de North Shor Perú Expeditions, agencia que se encarga de investigar y seguir el movimiento de las ballenas jorobadas en el norte del país.

CORTEJOS MARINOS. Esta tarde por ejemplo observan como una ballena inicia los cortejos de apareamiento. "Son realmente salvajes e inolvidables", explica Testino, quien emplea unos binoculares para tener mayores detalles del encuentro.

¿Qué es lo que se ve? A unos metros se observa a un macho dominante, que blande su aleta caudal. La golpea contra la superficie del mar y forma un inusual oleaje. Quién azote el agua más fuerte ganará. Se oyen gritos a kilómetros, es otra forma de mostrar poder. "Uno más fuerte está compitiendo con otro macho que no golpea el mar tan enérgico. Sus movimientos son más tímidos. Debe ser más joven y perderá", explica el experto.

A unos 50 metros se ve un lomo gris, se oyen unos fuertes soplidos. El motor de la nave debe estar al mínimo para no generar ruidos ni estrés en los cetáceos que nadan hacia la embarcación, pero se quedan a unos 15 metros. En otras ocasiones bucean por debajo de la nave, pero hoy el ganador prefiere alejarse habiendo marcado su territorio. Se marcha acompañado de su hembra.

"Una vez que se sumerjan las aletas desaparecerán por unos 15 minutos. Después de ese tiempo se podrá ver otra vez a las ballenas", advierte un guía. Esa es la rutina.

Los tour que realizan también sirven de plataforma de investigación para el estudio que vienen realizando biólogos marinos sobre la conducta de esta especie, así como el recorrido que hacen. Se toman fotos de las colas y se intercambian con otros investigadores. Por la forma de la aleta y el color algunas veces se ha logrado identificar ballenas que cruzaron por el Perú pero ahora se encuentran en el Estrecho de Magallanes. "Su llegada es un fenómeno extraño que debemos aprovechar", explica Testino, quien estudia a estas especies desde hace seis años.

PROTECCIÓN Y CACERÍA. Durante los recorridos de tres horas que los turistas e investigadores hacen al interior del mar esperando ver ballenas jorobadas, el espectáculo es complementado por delfines que se acercan a los botes, así como aves como tijeretas, pelícanos, albatros, patillo de patas azules e incluso tiburones, conocidos como la tintorera, que nadan por debajo de las naves. En ese momento, una mezcla de pánico y fascinación recorre el cuerpo, pero –según cuentan- son animales tranquilos mientras no se les moleste.

Y vale la pena no hacerlo. El avistamiento de ballenas es un espectáculo hermoso y ya genera movimientos de conservación. En varios países de Latinoamérica como Argentina, Brasil, Uruguay, Chile, Ecuador, Colombia, Perú, y también en Panamá, Costa Rica, México y República Dominicana buscan su protección. Asegurar un turismo responsable como arma contra su cacería es uno de los objetivos.

Y es que, según el fotógrafo Alejandro Balaguer, quien ha captado a esta especie por 12 años, la posibilidad de observar a estos cetáceos mueve más de un billón y medio de dólares anuales. Y solo en nuestro país se estima que unas 10 mil ballenas recorren las aguas peruanas siendo Máncora, Los Órganos y Punta Sallos principales escenarios para que estas majestuosas especies expongan su inmensidad, con saltos, coletazos y soplidos en un verdadero show que hoy visita el mar de Grau por un corto pero inolvidable periodo de tiempo. Allá vamos.