Jorge Mario Bergoglio adoptó el nombre de Francisco en 2013, inspirado en San Francisco de Asís. La elección reflejó su deseo de una Iglesia humilde, pacífica y cercana a los pobres, alineada con los valores del santo medieval.
Jorge Mario Bergoglio adoptó el nombre de Francisco en 2013, inspirado en San Francisco de Asís. La elección reflejó su deseo de una Iglesia humilde, pacífica y cercana a los pobres, alineada con los valores del santo medieval.

Cuando el argentino Jorge Mario Bergoglio fue elegido sumo pontífice el 13 de marzo de 2013, sorprendió al mundo al adoptar un nombre que nunca antes había sido usado por otro papa: Francisco. Esta decisión no fue casual, sino profundamente simbólica y cargada de significado espiritual. Lo hizo en homenaje a San Francisco de Asís, figura central del cristianismo del siglo XIII, venerado por su sencillez, su amor por los pobres y su compromiso con la naturaleza.

“San Francisco es el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la creación”, explicó el pontífice poco después de su elección. Con ese nombre, Bergoglio expresó desde el inicio su visión de un pontificado orientado hacia la fraternidad, la humildad y la atención preferencial a los más necesitados, una Iglesia “pobre y para los pobres”, como él mismo la definió en su primer encuentro con los medios.

El legado de San Francisco de Asís, fundador de la Orden Franciscana, inspiró a generaciones por su radicalidad evangélica y su estilo de vida austero. Al adoptar su nombre, el papa Francisco buscó proyectar una renovación espiritual de la Iglesia centrada en la misericordia, la paz y el cuidado de la creación.

Su lema papal, “Miserando atque eligendo” (“Lo miró con misericordia y lo eligió”), completa esta visión pastoral. La frase, tomada de una homilía del papa Gregorio Magno, subraya la experiencia de la misericordia divina que transformó su propia vocación sacerdotal.

En síntesis, el nombre Francisco en la Iglesia católica representa un llamado a retomar los valores fundamentales del Evangelio: la cercanía a los excluidos, el diálogo interreligioso, la paz y la defensa del planeta como casa común. Más que un nombre, fue una declaración de intenciones que marcó el rumbo de todo su pontificado.

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