RETRATO AL ESCRITOR RAFAEL DUMET
RETRATO AL ESCRITOR RAFAEL DUMET

“El Espía del Inca” ha tomado una nueva ruta editorial, esta vez en Alfaguara, pero con la misma intención de encontrar más lectores en el Perú.

Así nos dijo Rafael Dumett, autor de la novela, desde su casa en San Francisco, Estados Unidos.

“La idea madre no es endiosar la figura del autor ni reventarle cohetes, sino que el libro llegue, sobre la base de un diálogo horizontal, a todos los peruanos”, agregó el escritor.

¿Has releído la novela?

Hay ciertas cosas que me gustaría modificar pero no. Como todo objeto humano, es imperfecta y podría pasarme el resto de mi vida corrigiéndola pero no se trata de eso. Ya tiene su propia vida y estableció un diálogo con los lectores. Debo respetar eso y seguir adelante. Esto ya no es mío, es como un hijo con su propia personalidad y trayecto.

El disparador del libro fue una crónica de Juan de Betanzos...

Un hecho mencionado en una crónica no implica necesariamente que sea cierto. Con esa salvedad, mi novela está bien documentada, lo cual no significa que sea completamente fáctica. Por ejemplo, el retrato de Atahualpa que presento se basa en una serie de crónicas, sobre todo la de Pedro Pizarro de 1563, escrita 30 años después de los acontecimientos. Todo lo que venga de las crónicas debe ser tomado con pinzas.

¿Pensaste en hacerla obra de teatro en lugar de novela?

Sí, pero el problema es que esa obra tendría 200 personajes en escena, con 60 actores. Debo confesarte que lo pensé. La estructura original de la novela provino de la directora Ariane Mnouchkine. En el tiempo en que yo vivía en Francia, ella presentaba, en el Cartoucherie, sus obras de teatro de 40 o 50 actores en escena, trabajaba unas cuatro o cinco obras por semana, todas relacionadas y compartiendo personajes.

Casi vivían en el teatro...

Presentaba todas sus obras seguidas el sábado y el domingo. Tú ibas al teatro con lonchera, cojín y te sentabas a las 8 de la mañana y no parabas hasta las 9 de la noche. Originalmente, aunque pareciera demente, eso era lo que yo quería hacer. Pero felizmente mi ahora exesposa me pinchó el globito y bajé a tierra.

La pandemia transformó la vida del escritor Rafael Dumett, autor de "El espía del Inca", quien se mudó de San Francisco al pequeño pueblo de Fiddletown, en California. En la foto, con sus alpacas criadas en casa. (Fotos: Alfaguara/ Archivo personal del autor)
La pandemia transformó la vida del escritor Rafael Dumett, autor de "El espía del Inca", quien se mudó de San Francisco al pequeño pueblo de Fiddletown, en California. En la foto, con sus alpacas criadas en casa. (Fotos: Alfaguara/ Archivo personal del autor)

La novela da otras posibilidades...

Se puede penetrar la conciencia de un personaje, analizar la evolución de cómo piensa y siente. Es algo que me hacía falta en el teatro. Esa libertad de poder depender de ti mismo, sin generar problemas de producción en escena. Aprendí a valorarlo. Ahora tengo proyectos teatrales pero me viene el bicho de convertirlo en novela por ser más práctico.

Tu libro generó diversas reacciones sobre la mirada hacia lo incaico...

Curiosamente quienes criticaron el libro no lo habían leído, sino solo el titular de una entrevista. Los que sí lo leyeron salieron en su defensa, con una pasión y rabia que me sorprendió y conmovió. En tiempos que vivimos, las redes sociales son como cámaras de ecos, donde las voces más estridentes son las que se escuchan más, pero no son necesariamente las que tienen razón. Y por eso no me he sentido inquietado por esas reacciones, las tomo con un poco de ironía.

¿Cómo es nuestra relación con el personaje de Atahualpa?

Hay como doscientos ritos, ceremonias, celebraciones que transcurren en todo el Perú, así como en Bolivia y Argentina, que recrean anualmente la muerte de Atahualpa. Es una cifra grande. Esto revela que hay algo que no estaba resuelto. El hecho de la persistencia de ponerlo en escena, una y otra vez, significa que hay una neurosis colectiva con ese evento y el personaje. Desde siempre he tenido la impresión de que había algo ambiguo en Atahualpa. Y, debido a mi personalidad, me siento atraído por aquello que no es claro, definido.

Un trabajo que te tomó casi 11 años...

No he escatimado ningún esfuerzo para tratar de ver ese evento sin juzgarlo, con cada elemento y actor involucrados. Y, a pesar del tiempo de escritura y los años transcurridos en el que he leído información nueva, yo sigo siendo sin comprender completamente qué pasó por la cabeza de este personaje histórico en el momento en que decidió ir a la plaza de Cajamarca con gente desarmada. Todo esto, por supuesto, con la salvedad de lo que hablamos al inicio sobre las crónicas.

¿Por qué tomas la historia como fuente de tus ficciones?

No es mi única fuente, tengo un proyecto ambientado en el espacio exterior en el siglo XXIII. Pero tienes razón, yo también me hago la misma pregunta. El presente se me escurre literalmente entre los dedos, hay acontecimientos de ahora que no los comprendo, tanto en el Perú y el mundo. Creo que los entenderemos de aquí a veinte años. Siento el tiempo presente como inasible. Quizás trabajar con temas del pasado, de las que tengo ciertas perspectivas, me alivian. Ya ocurrieron, se escribió acerca de ello y puedo calibrar y discernir. Mi punto fuerte es el trabajo de largo aliento, cuando piensas, sopesas, calibras, meditas. Yo corro maratones, no carreras de cien metros.

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