Arabia Saudi vs. Irán
Arabia Saudi vs. Irán

El 11 de febrero de 1979, el shah Mohammad Reza Pahlavi fue definitivamente destronado. La Revolución Islámica —que consideraba a Reza un títere de EE.UU.— había triunfado y su influencia ponía en jaque a otras monarquías prooccidentales en la región, como la saudí. Ese fue el inicio de las recientes tensiones entre Teherán y Riad, exacerbadas por el ataque con drones y misiles a instalaciones petroleras de la estatal saudí Aramco el pasado sábado 14.

A lo largo de cuatro décadas, Arabia Saudí e Irán han vivido una suerte de guerra fría en Medio Oriente. No se han enfrentado directamente, pero han tomado partido por causas rivales en distintos conflictos, intentado expandir su influencia. El último de ellos, y que sirve de marco a la actual amenaza de un posible choque armado, es la guerra civil en Yemen.

Desde 2015, Arabia Saudí interviene militarmente para restaurar el Gobierno sunita, mientras Irán apoya a los rebeldes hutíes, grupo chiita que se ha adjudicado el ataque a Aramco. El factor religioso es parte del juego de poder entre Riad y Teherán.

Las diferencias entre sunismo —la rama mayoritaria del islam, con aproximadamente el 85% de los fieles musulmanes— y chiismo —alrededor del 15% de los fieles, la mayor parte en Irán— se remontan al siglo VII y se relacionan con discrepancias en torno a la sucesión del profeta Mahoma.

En las últimas décadas, Arabia Saudí ha intentado contrarrestar el avance del chiismo proiraní en la región. Lo ha hecho por ejemplo en Líbano, tratando de socavar el poder de Hezbolah (grupo islamista apoyado por Teherán). También ha actuado en la guerra de Siria, país aliado de Irán desde los primeros años de la Revolución Islámica. Allí, el reino saudí se puso del lado de los rebeldes y yihadistas sunitas que se alzaron en 2011 contra el dictador chiita Bashar al-Assad. Irán, por su parte, ha honrado su alianza con Al-Assad en el conflicto y apoyado la presencia de milicianos de Hezbolah para que luchen contra los rebeldes.

Un país de vital importancia geopolítica para ambos bandos es Iraq. Durante la guerra entre Teherán y Bagdad, que estalló en 1980, Riad optó por apoyar al régimen de Saddam Hussein. Sin embargo, tras la invasión estadounidense de 2003, que culminó con la derrota del líder iraquí, se creó un vacío de poder que favoreció el ascenso político de aliados de Irán y preocupó sobremanera a Arabia Saudí. Según un cable de Wikileaks, ya en 2008 el entonces embajador saudí en EE.UU. y actual ministro de Exteriores, Adel al-Jubeir, pedía a la Casa Blanca “cortar la cabeza de la serpiente”.

Terrorismo

Arabia Saudí, Israel y EE.UU. han acusado a Irán de promover el terrorismo mediante el financiamiento de grupos armados como Hezbolah, Hamas o los hutíes. “Es cierto que Irán es una fuerza que está contribuyendo a desestabilizar la región, pero claramente no es el único caso. Arabia Saudí y la coalición que lidera están cometiendo crímenes de lesa humanidad en Yemen, y países como Francia, EE.UU. y Reino Unido son cómplices”, señala el internacionalista Farid Kahhat.

Hay quienes incluso acusan a Riad de alentar el yihadismo extremista mediante la exportación del wahabismo, que es una de las versiones más fundamentalistas e intolerantes del sunismo. Esta corriente caló en grupos como Al Qaeda —el propio Osama bin Laden era saudí— y el Estado Islámico.

Tensión

Ni Riad ni Washington creen que los ataques a Aramco se hayan producido desde territorio controlado por los hutíes. Ambos apuntan a que se hicieron con armas iraníes y desde suelo iraní. Aunque Teherán lo niega, tendría razones para actuar así, relacionadas con las sanciones de EE.UU. a su industria petrolera.

“(Con el ataque) Irán estaría demostrando que no se va a quedar de brazos cruzados mientras se devasta su economía”, agrega Kahhat.

Sin embargo, está aún por verse que este hecho sea capaz de desatar una guerra. Aunque de ser así, es difícil que Irán opte por un conflicto convencional contra un país como Arabia Saudí, que además de ser uno de los mayores compradores de armas del mundo, tiene aliados como Israel y EE.UU., con capacidad nuclear y misiles de largo alcance.

“En realidad, el gran activo de Irán es su capacidad de guerra asimétrica. No solamente podría minar el estrecho de Ormuz y evitar el tránsito de buques tanques petroleros, sino también lanzar ataques como el de Arabia Saudí o usar grupos como Hezbolah”, añade el especialista.

Si hay algo seguro, es que un conflicto elevaría significativamente el precio del petróleo.

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