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Si uno busca por Internet fotografías de la isla de Bastoy en  encontrará un lugar envidiable, prácticamente un sitio de campo dónde personas toman el sol, montan bicicleta e incluso tendría la ilusión de algún día ir de visitar . Pero no podría hacerlo porque Bastoy es una prisión de mínima seguridad.

Cuando se piensa en una cárcel lo primero que viene a la mente a la mayoría de personas son lugares hacinados dónde los presos salen peor de lo que ingresaron y la reforma del ciudadano que ha cometido un delito es casi una ilusión o un mal chiste. Sin embargo, el sistema judicial de Noruega es totalmente diferente.

Dicho sistema está basado en recuperar a los ciudadanos que han cometido un delito a través de la rehabilitación y no en aislarlos de la sociedad, tal como lo hacen en la mayoría de países a nivel mundial.

Sin embargo, no todos los criminales pueden llegar a la prisión de Bastoy en la cual tienen todos los beneficios excepto uno: la libertad. Para poder estar en dicha isla, que alberga alrededor de 120 personas sentenciadas por delitos como robo con violencia, violaciones y hasta asesinatos, deben haber cumplido la mayor parte de su condena y demostrar que están trabajando duro en su reinserción.

Durante su estancia en el lugar deben trabajar  turnos completos, por los cuales reciben 8 horas al día de lunes a viernes y 24 euros los fines de semana. Entre sus funciones está cuidar vacas, criar aves, trabajar en jardinería, entre otros.

Tom Eberhardt, el director de la prisión, tiene una idea muy clara sobre esta prisión “es realmente simple: trata a las personas como basura y serán basura. Trátalos como seres humanos y van a actuar como seres humanos”.

Este sistema, al parecer, funciona ya que solo el 16% de los que han estado en la isla reinciden, una cifra mínima en comparación con el 72% de Europa y 80% en Estados Unidos.

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