Entre tanto, África no ha inoculado ni el 2% del total global, y aún quedan países en ese continente que no han recibido ni una vacuna. (Imagen referencial)
Entre tanto, África no ha inoculado ni el 2% del total global, y aún quedan países en ese continente que no han recibido ni una vacuna. (Imagen referencial)

Alrededor de 1250 millones de dosis de vacunas contra la COVID-19 se han administrado en el mundo. En los últimos días, el promedio ha sido de unas 19 a 20 millones de personas inoculadas cada 24 horas. Algunas predicciones auspiciosas, como la del laboratorio alemán BioNTech (socio de la farmacéutica estadounidense Pfizer), señalan que la pandemia podría estar bajo control el próximo año. Según la firma germana, a mediados de 2022 el mundo podría abrazar la ansiada inmunidad de rebaño, para lo cual se requiere que al menos el 75% de la población sea inmune. Eso, claro, si la vacuna llega a todos.

En términos relativos —y según estadísticas del portal Our World in Data, de la Universidad de Oxford—, quienes lideran la carrera mundial de vacunación son Seychelles (129 dosis inoculadas cada 100 personas), Israel (121) y Emiratos Árabes Unidos (110). Entre estos países, los dos primeros se acercan a la inmunidad colectiva, con 60.7% y 58.6% de su población totalmente inmunizada, respectivamente.

En términos totales, el ranking lo lidera China, que suma más de 308 millones de inyecciones. Le sigue EE.UU., con alrededor de 255 millones.

Mientras las dos potencias concentran alrededor del 44% de las dosis ya administradas, los países de ingresos bajos han debido conformarse con solo el 0.2% de las vacunas disponibles, según estimaciones hechas en abril por la OMS. Estados como República Democrática del Congo o Sudán del Sur no han podido inocular ni al 0.1% de su población.

“Con respecto a África, la buena noticia es que 44 países ya han recibido la vacuna. A la inversa, por supuesto, esto también significa que 10 países aún no han recibido ninguna vacuna”, dijo en abril, a la cadena Deustche Welle, Clemens Schwanhold, representante de ONE, ONG de lucha contra la pobreza fundada por Bono, el cantante de U2. Para fines del mes pasado, aún no llegaban vacunas a Tanzania, Madagascar, Burkina Faso, Chad, Burundi, República Centroafricana ni Eritrea.

COVAX

El mecanismo COVAX, un fondo de la OMS, es la principal vía para que los países de ingreso medio bajo y bajo consigan vacunas. El problema es que COVAX ha visto limitado su acceso a dosis, pues el grueso han sido acaparadas por Norteamérica, Europa y las principales economías de Asia. Sudamérica solo ha administrado el 6.7% del total global y África el 1.58%, según Our Worl in Data.

La OMS ya ha llamado a los países que tienen un stock suficiente a compartir vacunas. “Si guardamos las vacunas para nosotros, y si no las compartimos, habrá tres problemas principales: uno, un fracaso moral catastrófico; dos, eso permitirá a la pandemia continuar causando estragos; y tres, una recuperación económica muy lenta”, advirtió en enero Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la entidad.

EE.UU., por ejemplo, había ordenado hasta marzo 1200 millones de dosis de seis laboratorios distintos: 100 millones de Johnson & Johnson, 300 millones de Pfizer, 300 millones de Moderna, 300 millones de AstraZeneca, 100 millones de Novovax y 100 millones de Sanofi, de acuerdo con un reporte de The Washington Post. Con esa cantidad podría vacunar completamente a 650 millones de personas (el doble de su población). Aunque de momento solo las vacunas de los tres primeros laboratorios han sido autorizadas en el país, ello es suficiente para inmunizar totalmente a 400 millones.

Con su excedente, la Casa Blanca ha adelantado que planea inmunizar a niños desde los 12 años, siguiendo el ejemplo de Canadá, algo que la OMS considera no prioritario, cuando queda población de riesgo por vacunar en el mundo.

Entre tanto, el presidente Joe Biden ha señalado que donará 60 millones de dosis de AstraZeneca. Asimismo, ha propuesto liberar las patentes para acelerar la producción y distribución descentralizada de nuevas dosis. Pero el asunto es más complejo, pues no se trata solo de tener la receta, sino también la capacidad tecnológica, logística y al personal calificado.