"Ahí está la morgue": muchos llegaban este martes en busca de seres queridos al estadio de fútbol de Pedernales, epicentro del potente sismo en Ecuador, donde féretros amontonados bajo el sol abrasador y carpas para atender heridos evidenciaban la dimensión de la catástrofe.
En el improvisado depósito de cadáveres, expertos de criminalística y de la fiscalía, de uniforme blanco, identifican los cuerpos recuperados entre los escombros de viviendas y hoteles de esta localidad de 60.000 habitantes y con un flujo de turistas que puede alcanzar los 40.000 en temporada alta.
Socorristas y auxiliares de enfermería atienden también allí a los lesionados. "Acá recibimos a los heridos porque en el subcentro apenas hay tres camas y no es para hospitalización. No tiene quirófano", explica a la AFP un médico del ministerio de Salud, que pidió no ser identificado.
Las primeras 24 horas después del terremoto fueron las más caóticas para el personal sanitario, que debió acostar a los pacientes sobre el césped e incluso habilitó un helipuerto en mitad de la cancha para trasladar a los más graves a hospitales cercanos.
Quienes buscaban a familiares desaparecidos llegaban con la esperanza de hallarlos vivos. Pero con el paso de las horas, se acercaban a reclamar los cuerpos.
Tres días después del devastador terremoto, sarcófagos vacíos, recibidos de donaciones, se apilaban en una esquina. Los había grandes y pequeños, de diversos colores, con y sin agarraderas, y hasta personalizados para aficionados al fútbol: uno azul del Emelec, otro amarillo del Barcelona, otro de la Liga.
Según una fuente de la Fiscalía, los cuerpos de 154 personas que murieron en Pedernales fueron identificados y entregados desde el sábado, entre ellos los de siete extranjeros: tres cubanos, dos colombianos, un inglés y un dominicano.
El inglés estaba radicado en el caluroso balneario y los otros extranjeros "estaban de paso", dijo a la AFP el alcalde Gabriel Alcívar.
En el estadio Maximiliano Puerta, bautizado en honor a uno de los fundadores de este balneario, sonaba la bulliciosa sirena de un vehículo de socorro. Un cadáver sacado de un derruido centro comercial, ya en descomposición, era transportado a la morgue.
"El cuerpo es de un hombre adulto", dice el bombero Nilver Cevallos.