El papa Francisco falleció a los 88 años en la Casa Santa Marta, en el Vaticano, tras varios meses marcados por una delicada salud respiratoria. Sin embargo, su último día estuvo marcado por un emotivo reencuentro con los fieles, al recorrer la plaza de San Pedro a bordo del papamóvil, en lo que se convirtió en su último acto público.
A pesar de que había reducido drásticamente su presencia en los oficios de la Semana Santa, el pontífice argentino apareció este Domingo de Resurrección en el balcón de la basílica vaticana para ofrecer la tradicional bendición Urbi et Orbi ante más de 50.000 fieles. Con voz débil, saludó: “Queridos hermanos y hermanas, feliz Pascua”, antes de ceder la lectura del mensaje pascual a monseñor Diego Ravelli.
Luego, en un gesto que conmovió a miles, Francisco recorrió la plaza en el papamóvil descapotable, saludando a los asistentes y bendiciendo a varios niños. Sin saberlo, los fieles fueron testigos del último contacto público del papa, cuya cercanía con la gente fue una de las señas distintivas de su pontificado.

El pontífice había sido ingresado el 14 de febrero por una infección respiratoria y, tras 38 días de hospitalización, fue dado de alta el 23 de marzo. Desde entonces, vivía una convalecencia reservada, con escasas visitas, aunque en las últimas semanas retomó algunas audiencias. El 9 de abril recibió a los reyes del Reino Unido, Carlos III y Camila, y el mismo domingo 20 de abril, sostuvo un encuentro con el vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, católico converso, en visita oficial a Italia.

A pesar de su frágil estado, Francisco también mantuvo una tradición que cumplía desde su época como arzobispo en Buenos Aires: visitar a los presos el Jueves Santo. Este año, su última salida del Vaticano fue a la prisión romana de Regina Coeli, donde se reunió con 70 internos, aunque no pudo participar del rito del lavado de pies como en ocasiones anteriores.

Consultado por la prensa a su salida del penal sobre cómo vivía la Semana Santa pese a sus problemas de salud, respondió con serenidad: “Lo vivo como puedo”. Palabras que hoy, tras su fallecimiento, resuenan con especial fuerza como una despedida silenciosa pero coherente con su forma de vivir el papado: con humildad, compromiso y entrega.