Simón Pachano, politólogo ecuatoriano y profesor en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (foto: difusión).
Simón Pachano, politólogo ecuatoriano y profesor en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (foto: difusión).

Esta última semana, el Parlamento sometió al mandatario a un juicio político por peculado, al acusarlo de tener conocimiento de un contrato sobre transporte de crudo lesivo para el erario público y no actuar al respecto. Dicho contrato contrato se firmó durante la gestión de Lenín Moreno. Ante un panorama en el que se vislumbraba que el Legislativo obtendría los 92 votos necesarios para destituirlo, el presidente optó el miércoles por disolver el Congreso, mediante un mecanismo conocido como “muerte cruzada” y que lo obliga a dejar el cargo en seis meses y que se celebren elecciones anticipadas. En este contexto, el politólogo ecuatoriano Simón Pachano analiza la situación del país.

¿Quién es el gran ganador o el gran perdedor en este escenario?

En principio, uno puede decir que el correísmo puede ser un ganador. [Pero], en el cortísimo plazo, el ganador es el presidente. El no ser destituido lo convierte en un ganador en la coyuntura inmediata. También puede considerarse ganador porque tiene ahora la posibilidad de impulsar ciertas políticas que le garanticen por lo menos terminar bien su gestión o [buscar] elegirse en esta elección anticipada si decide ser candidato. Yo lo dudo, porque sus números son muy malos y no creo que logre hacer algo tan bueno como para remontar eso. [Cabe agregar que el viernes, tras una entrevista con The Washington Post, el medio informó que Lasso no tendría inteción de buscar la reelección]. El otro [ganador] es el expresidente Rafael Correa, porque en una elección anticipada un candidato del correísmo seguramente va a ocupar el primer lugar en la primera vuelta. En la segunda vuelta, hay que ponerlo en duda.

Dado que Rafael Correa está impedido de ejercer cargos públicos tras su condena por corrupción, ha surgido el nombre del periodista Carlos Rabascall, quien postulara a vicepresidente en 2021 por el movimiento correísta Unión por la Esperanza, ¿es él la carta de la oposición?

No se sabe. Rabascall viene haciendo lo que podría decirse que es una precampaña, moviéndose mucho políticamente, pero por su cuenta, sin el correísmo. No lo descarto totalmente, pero me parece poco probable que él sea el candidato del correísmo, porque tiene demasiado vuelo propio y eso no gusta en ese espacio. Correa quiere una persona, como se dice entre los militares, obediente y no deliberante.

¿Qué hay del sector indígena que fue tercero en los comicios de 2021 con el movimiento Pachakutik, cómo llega de cara a las nuevas elecciones?

Está dividido y no solo Pachakutik como partido. También hay una división entre Pachakutik y la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE). Entonces, eso debilita mucho al movimiento indígena en general. Creo que no va a tener los resultados que tuvo en la última elección.

¿Cuál sería el escenario entonces para estas nuevas elecciones?

Yo creo que será un correísmo versus anticorreísmo, pero no me atrevería a decir quién representaría al anticorreísmo ni tampoco al correísmo. No hay figuras.

Volviendo al tema del juicio político, ¿le pareció forzada la figura de peculado como causal para una destitución de Lasso?

Mi opinión es que sí fue forzada. No hubo una base firme en esa acusación. Fue muy rebuscada. No podría decir cómo lo ve la población. Es difícil porque no conozco encuestas que digan algo al respecto, pero me parece que fue visto como un tema muy lejano y más bien lo que se imponía era el sentimiento de Lasso sí o Lasso no y Correa sí o Correa no, y eso se impuso por encima de los argumentos jurídicos.

Una encuesta a inicios de mayo le daba a Lasso menos de 14% de aprobación, ¿cómo se explica esa cifra tan baja?

Ecuador depende mucho de la exportación petrolera y la caída de los precios del petróleo a partir de 2014 afectó mucho la economía. Correa, que estaba entonces en el poder, capeó el temporal con deudas, sobre todo deuda con China a intereses muy altos y a plazos muy cortos. De esa manera pudo terminar su gestión con supuestamente indicadores buenos, pero que eran una ficción en términos económicos. El Gobierno de Lenín Moreno, que llegó después, no tuvo capacidad de endeudarse y tuvo malos indicadores que se profundizaron con la pandemia. Lasso no ha tomado medidas adecuadas para salir de eso, por una visión muy orotdoxa neoliberal, que tiene esa idea de que hay que estabilizar la macroeconomía y de ahí goterá. Pero eso no sucede. Logró cumplir con un acuerdo con el FMI y renegociar la deuda con China y una serie de cosas que son buenas pero que la gente no las percibe. Todo esto, con el golpe de la pandemia y el recuerdo de los buenos tiempos del ‘boom’ de las exportaciones, lleva a que el Gobierno tenga una mala calificación.