Sean de derecha o de izquierda, opciones más radicales desplazan a los candidatos de centro o moderados. (Foto referencial: Martin Bernetti / AFP)
Sean de derecha o de izquierda, opciones más radicales desplazan a los candidatos de centro o moderados. (Foto referencial: Martin Bernetti / AFP)

Según, Latinobarómetro, en promedio, en América Latina se registran 20% menos de confianza en las instituciones elegidas por voto popular que en Asia, África, los países árabes y Eurasia.

Las recientes elecciones en Chile evidenciaron un fenómeno que parece estar tomando forma en Latinoamérica: el debilitamiento de opciones de centro frente a posturas que se inclinan más a los extremos del espectro político, sea de izquierda o de derecha.

En el caso chileno, disputará la segunda vuelta presidencial, por un lado, José Antonio Kast, que se alinea con posiciones conservadoras como estar en contra del aborto, el matrimonio homosexual, reivindica el pinochetismo y propone mano dura contra la migración. Por el otro, está Gabriel Boric, político de izquierda que llega en alianza con el Partido Comunista. Las alternativas de centro-derecha o centro-izquierda quedaron relegadas al cuarto o quinto lugar en la primera vuelta del domingo pasado. En el Perú, las últimas elecciones presidenciales vieron como ganador a un candidato que ofrecía la menos moderada de las opciones de izquierda, y muy cerca, en tercer lugar en la primera vuelta, quedó el ultraconservadurismo de Rafael López Aliaga. En Colombia, el izquierdista y exguerrillero Gustavo Petro es favorito en las encuestas de cara a las elecciones de mayo de 2022. En Argentina, el nombre de Javier Milei —de derecha más radical, recientemente electo diputado— empieza a sonar fuerte para las presidenciales de 2023.

Para el internacionalista Óscar Vidarte, el hecho de que extremos políticos estén ocupando espacios en desmedro de posiciones más moderadas responde a una serie de factores. Uno de ellos, coyuntural, puede ser la pandemia de COVID-19.

“El contexto de la pandemia ha reforzado la idea de la necesidad de tener un Estado más fuerte. Las consecuencias [de la crisis sanitaria] en nuestros países nos han dado a entender que los servicios de salud eran muy malos, que años de crecimiento no han llevado a tener servicios públicos de calidad. La pandemia obliga a un discurso de ‘más Estado’, que es capitalizado por los extremos. La extrema derecha lo hace, bajo un enfoque nacionalista; mientras que la extrema izquierda también habla de ‘más Estado’, pero de otra manera, por ejemplo que este cumpla un papel más importante en la economía”, afirma el especialista.

De hecho, el informe de 2021 de Latinobarómetro enfatiza que la pandemia “revela en toda su dimensión la debilidad de los Estados latinoamericanos”, pero lo que es preocupante es que ello puede dar pie a que se pierda la fe en los valores democráticos. En 2010, de acuerdo con Latinobarómetro, el 63% de los latinoamericanos apoyaba la democracia. Para 2020, el porcentaje bajó a 49%; mientras que un 13% apoya el autoritarismo y 27% se dice indiferente frente al tipo de gobierno que le toque. Según un análisis del Instituto Elcano —titulado “La crisis de la democracia en América Latina, 2019-2021″— esa indiferencia “alimenta a los nuevos autoritarismos”, sean de derecha o de izquierda.

Causas estructurales

Para Vidarte, al margen de la pandemia, “en las últimas décadas ha habido un debilitamiento paulatino del Estado”. Ello se explica por fenómenos como la globalización y crisis financieras como la de 2008. En el caso específico de Latinoamérica, hay además pasivos de larga data que empiezan a emerger y que serían producto de deudas no saldadas cuando se tuvo la oportunidad y el dinero.

“La coyuntura económica de la ‘década dorada’ (2003-2013) ayudó a asentar tanto a las democracias [latinoamericanas] surgidas en los 80 como a los regímenes híbridos. Esa misma bonanza desincentivó y congeló iniciativas de reforma estructural socioeconómicas y de modernización y adaptación político-institucional”, señala el análisis del Instituto Elcano.

En suma, la bonanza económica solo ocultó los problemas históricos en temas como salud, educación, seguridad social, entre otros.

Episodios como la reciente emergencia sanitario únicamente exponen la debilidad estatal. A ello se suman fenómenos como los grandes flujos migratorios, que han favorecido la aparición de propuestas más extremistas en Latinoamérica y en el resto del mundo.

En este escenario, ofrecer posiciones moderadas puede ser visto por la población como una fórmula que no motiva, que sugiere que todo seguirá igual y sin cambios. “Todo lo moderado, sea centro-derecha o centro-izquierda, no cambia nada, pero los extremos sí plantean cambios”, manifiesta Vidarte. Ese discurso incitador, al final, favorecería la polarización.

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