El sonido de “Extra omnes” marcó oficialmente el inicio del cónclave: 133 cardenales —todos menores de 80 años— quedaron encerrados en la Capilla Sixtina para elegir al 267.º pontífice de la Iglesia católica, diecisiete días después del fallecimiento de Jorge Bergoglio. El maestro de Celebraciones Litúrgicas, Diego Ravelli, cerró los portones de madera a las 17:46 (15:46 GMT) ante la mirada de los guardias suizos que custodian el templo renacentista.
Antes de quedar solos, los purpurados escucharon una breve meditación del predicador capuchino Raniero Cantalamessa, tras la cual el religioso abandonó el recinto. A partir de ese momento comenzó el estricto aislamiento: los cardenales no pueden abandonar el territorio vaticano ni comunicarse con el exterior bajo pena de excomunión.
Primera votación y sistema de fumata
Se espera una primera votación durante la tarde. Las papeletas se quemarán en una estufa especial; con la ayuda de químicos, el color del humo indicará el resultado:
- Blanco: se alcanzaron los dos tercios (al menos 89 votos) y hay Habemus papam.
- Negro: no hay consenso y el cónclave continúa.
Si hoy no se logra la mayoría, las votaciones se reanudarán mañana con dos escrutinios matutinos y dos vespertinos, ritmo que puede prolongarse varios días hasta que el Colegio Cardenalicio converja en un nombre.
Aunque los cardenales abandonan la Sixtina para cenar y descansar, permanecen dentro de los límites del Vaticano —menos de medio kilómetro cuadrado— y sin acceso a teléfonos, internet ni medios de comunicación.
El mundo entero permanecerá atento a la pequeña chimenea instalada en el techo de la Capilla Sixtina, esperando la fumata blanca que anunciará al nuevo líder espiritual de 1 400 millones de católicos.