Cerca de 40.000 jóvenes libraron en Buñol, al este de España, la célebre batalla de la Tomatina, una fiesta popular convertida este año en un acto de catarsis colectiva para olvidar los efectos de la crisis a golpe de tomate.

Esta guerra a tomatazos que se inició hace 67 años como un juego de jóvenes del pueblo concita cada vez una mayor atención en todo el mundo.

Los participantes europeos y asiáticos ya son parte habitual de este cuadro de tonos rojos, que este año recibió a visitantes de Australia, Brasil, Argentina o Letonia, entre otros muchos.

Los preparativos de este ritual, que se celebra el último miércoles de agosto, comenzaron ayer al atardecer con un maratón de fiestas, bailes y conciertos prolongado hasta el alba por los contendientes.

El uniforme mayoritario, al menos entre los que conocen de qué va este asunto, lo componen camiseta blanca y pantalón corto o bañador, sin embargo abundan también los disfraces sin consigna establecida.

En España, que enfrenta una de las mayores crisis económicas que recuerda la historia, este ejercicio de locura colectiva se reveló hoy como un acto de catarsis popular, en el que jóvenes y mayores hicieron lo posible por regenerar un espíritu machacado por tanta noticia negativa de mercados y estrechez monetaria.

La "guerra mundial del tomate" terminó aproximadamente al mediodía.

Con información de EFE

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