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Arqueólogos del  hallaron un cerebro humano que tiene alrededor de 2.600 años de antigüedad, lo que es raro encontrar ya que el tejido blando está conservado.

El hallazgo ejecutado por el equipo de excavación en Heslington, en la localidad de York, en donde se encontró, además, una calavera, con la mandíbula y dos vértebras todavía unidas. El cuerpo estaba boca abajo en un pozo, sin ninguna evidencia de lo que había sucedido con el resto de su cuerpo.

Los científicos apuntan que, en un principio parecía un cráneo normal, pero no fue hasta que lo limpiaban que descubrieron algo blando en el interior.

Desde el descubrimiento, un equipo de 34 especialistas han estado trabajando en este cerebro para estudiarlo y conservarlo tanto como sea posible. Por la datación por radiocarbono de una muestra de hueso de la mandíbula, se determinó que esta persona probablemente vivió en el siglo 6 antes de Cristo, lo que hace que este cerebro tenga cerca de 2.600 años de antigüedad.

Al observar los dientes y la forma del cráneo es probable que esta persona fuera un hombre de entre 26 y 45 años de edad. Un examen de las vértebras en el cuello evidencia que fue golpeado en el primer disco en el cuello, y luego el cuello se cortó con un cuchillo pequeño y afilado.

Respecto a su extraña conservación, los científicos explican que los cuerpos no se conservan si están expuestos al agua, al oxígeno o unas temperaturas donde las bacterias y los procesos de descomposición pueden ser activos. En el caso del cerebro de Heslington, el exterior de la cabeza se ha podrido de forma normal, pero el interior se ha conservado.

Las evidencias sugieren que la cabeza fue cortada del cuerpo muy rápidamente y el hombre fue enterrado inmediatamente en un hoyo en un suelo rico en arcilla húmeda, proporcionando un ambiente libre de oxígeno. Con el tiempo la piel, el cabello y la carne del cráneo se sometieron a una descomposición química y gradualmente desaparecieron.

Pero las grasas y las proteínas del tejido cerebral se unieron entre sí para formar una masa de grandes moléculas complejas. Esto dio lugar a la contracción del cerebro, pero también a la conservación de su forma