A las 8:15 horas del 6 de agosto de 1945, la bomba Little Boy fue soltada y explotó a 600 metros sobre su blanco: Hiroshima. (Foto: AFP)
A las 8:15 horas del 6 de agosto de 1945, la bomba Little Boy fue soltada y explotó a 600 metros sobre su blanco: Hiroshima. (Foto: AFP)

Aproximadamente a las 2:45 horas del 6 de agosto de 1945, el avión estadounidense Enola Gay partió de su base en las Islas Marianas rumbo a . Llevaba a bordo a Little Boy, una bomba de uranio con una capacidad destructiva de al menos 13 kilotones; es decir, el equivalente a 13 mil toneladas de TNT.

A las 8:15 horas, la carga fue soltada y explotó a 600 metros sobre su blanco: , urbe de unos 300 mil a 400 mil habitantes, elegida por tener cierta importancia militar e industrial —albergaba cuarteles del Ejército Imperial y era un centro logístico gracias a su puerto—. Pero, además, la ciudad había escapado de los bombardeos aliados previos. Ello, se dice, habría servido para medir la capacidad destructiva de la nueva arma.

La bomba de uranio Little Boy fue lanzada sobre Hiroshima. (Foto: AFP)
La bomba de uranio Little Boy fue lanzada sobre Hiroshima. (Foto: AFP)

Unas 16 horas después de que el Enola Gay cumpliera su misión, el presidente estadounidense Harry Truman se dirigió a su nación para anunciar el lanzamiento de la bomba atómica. “La fuerza de la que extrae su poder el sol ha sido arrojada en contra de quienes llevaron la guerra al Lejano Oriente”, dijo. La referencia a nuestra estrella no fue gratuita. En Hiroshima, Little Boy creó una bola de fuego. La temperatura cerca del epicentro de la explosión subió hasta los 3000 °C y 4000 °C.

George Caron, artillero de cola del Enola Gay y responsable de las primeras fotos del estallido, hizo una descripción de la escena: “Una columna de humo asciende rápidamente. Tiene un ardiente centro rojo. Es una masa burbujeante gris violácea, con un núcleo rojo. Todo es turbulento. Los incendios se extienden por todas partes como llamas que surgen de un enorme lecho de brasas. Comienzo a contar los incendios: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis... catorce, quince... Es imposible, son demasiados”.

Explosión sobre Hiroshima. La temperatura cerca del epicentro se ubicó sobre los 3000 °C. (Foto: AFP)
Explosión sobre Hiroshima. La temperatura cerca del epicentro se ubicó sobre los 3000 °C. (Foto: AFP)

Si desde el cielo la imagen era dantesca, en tierra la devastación fue total. Manuel Yoneyama —hoy residente en Lima— tenía 16 años en agosto de 1945. “Entonces era estudiante. Trabajaba en una fábrica de armamento, era obligatorio para todos los alumnos trabajar ahí”, recuerda. Cuando cayó la bomba, se hallaba en casa, con su madre, en la localidad de Itsukaichi, a unos 9 km de la ciudad de Hiroshima. No visitó la zona de la explosión hasta varios días después, pero lo que vio lo impresionó. “Todas las casas estaban tumbadas, fue como un infierno”, manifiesta.

Tan solo tres días después del primer ataque nuclear de la historia, EE.UU. volvería a usar su letal arma. Esta vez, un bombardero B-29 bautizado como Bockscar fijó como objetivo la ciudad de Kokura, pero la nubosidad hizo que se decida cambiar de blanco a último momento. Nagasaki, un puerto industrial, era la segunda opción. Allí se soltó a Fat Man, bomba a base de plutonio. Aunque su potencia (aproximadamente 23 kilotones) era mayor a Little Boy, la topografía montañosa limitó su efecto.

La bomba Fat man tenía como objetivo Kokura, pero las condiciones climáticas ocasionaron que sea lanzada sobre Nakasaki. (Foto: AFP)
La bomba Fat man tenía como objetivo Kokura, pero las condiciones climáticas ocasionaron que sea lanzada sobre Nakasaki. (Foto: AFP)

Un documento oficial de la Agencia de Defensa Nuclear estadounidense señala que, “tanto en Hiroshima y Nagasaki, el estallido de las bombas destruyó prácticamente todo en un radio de una milla [1.6 km]”. Se calcula que en la primera ciudad, entre 70 mil y 80 mil seres humanos murieron instantáneamente o en los días siguientes. El calor fue tan intenso que muchos simplemente se desvanecieron. Producto de las quemaduras y males asociados a la radiación, la cifra de decesos se elevaría a 140 mil en los meses posteriores. En Nagasaki, cuya población era de unos 260 mil habitantes, murieron inmediatamente unas 35 mil personas, pero otras 40 mil lo harían en el corto y mediano plazo. Muchos de los sobrevivientes de ambas bombas, conocidos como “hibakusha” (expresión que podría traducirse como persona afectada por la bomba), desarrollaron leucemia y otros tipos de cáncer.

Tras los dos ataques nucleares, Japón se rindió el 15 de agosto, aunque la firma de la capitulación no ocurrió hasta el 2 de setiembre. Con ello se puso fin oficial a la Segunda Guerra Mundial, seis años y un día después de que Alemania invadiera Polonia y diera inicio al mayor conflicto de la historia moderna. Pero los derrotados tenían ante sí un país devastado. Algunos, como Manuel Yoneyama, optaron por emigrar. Él llegó al Perú en 1952. Aquí se casó y formó una familia. No volvería a Japón hasta 1971. “Después de tanta guerra, poco a poco todo fue mejorando”, comenta; sin embargo, queda el recuerdo amargo de esa época. “No se debió arrojar la bomba en la ciudad. Eso estuvo mal de parte de EE.UU.”, sentencia.

Manuel Yoneyama no volvería a Japón hasta 1971.
Manuel Yoneyama no volvería a Japón hasta 1971.

Debate

En el año 2016, Barack Obama se convirtió en el primer mandatario estadounidense en funciones en visitar Hiroshima. “En una mañana sin nubes, brillante, la muerte cayó del cielo y el mundo cambió”, dijo el ahora expresidente, pero no ofreció disculpas. Medios norteamericanos señalaron que pedir perdón tendría implicancias a nivel regional. Masacres perpetradas por el Ejército nipón, como la de Nankín (1937) o Manila (1945), sin contar el haber sometido a cientos de miles de individuos a trabajos forzados (incluidas mujeres coreanas usadas como esclavas sexuales), así como los experimentos en personas y otros crímenes de lesa humanidad, aún son temas sensibles entre Japón y sus vecinos más próximos.

Destrucción. El antes y después de Hiroshima. (Foto: AFP)
Destrucción. El antes y después de Hiroshima. (Foto: AFP)

Por otro lado, una tesis recurrente es que las bombas atómicas salvaron más vidas de las que mataron. Hacia el final de la guerra, batallas tan sangrientas y desgastantes como las de Iwo Jima u Okinawa, por no hablar de la aparición de los kamikazes, dieron la idea de que Japón pelearía hasta el último hombre si se procedía con una invasión a todo su archipiélago. El propio George Caron, en una entrevista en 1985, dijo no arrepentirse de haber formado parte de la misión del Enola Gay. A su juicio, “el uso de las bombas atómicas fue suficiente para convencer a Japón de que debía dejar de pelear; de lo contrario, muchos millones habrían muerto en ambos lados”. Sin embargo, hay opiniones encontradas. El expresidente Dwight Eisenhower, uno de los máximos líderes militares aliados en la Segunda Guerra Mundial, declaró en 1963 que “los japoneses estaban listos para rendirse y no era necesario golpearlos con esa horrible cosa”.

No obstante, la versión oficial del Gobierno de EE.UU. era que el Imperio del Japón no parecía estar dispuesto a dejar las armas. El 26 de julio de 1945, durante la conferencia de Potsdam, los aliados lanzaron un ultimátum de rendición incondicional a Tokio. El rechazo a este fue el argumento político-militar que Truman usó, en su alocución del 6 de agosto, para justificar la bomba.

Hoy, la controversia continúa. Pero no se puede cambiar la historia, ni recuperar las vidas de los que murieron o sufrieron los efectos de la radiación. Han pasado 75 años y en el mundo las armas nucleares se han multiplicado. Según el Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), en 2019 había 13,865 ojivas. En este contexto, Hiroshima y Nagasaki son un recordatorio del riesgo que corre la humanidad.

Dato

7 de diciembre de 1941, Japón bombardeó la base estadounidense en Pearl Harbor. Ese hecho llevaría a EE.UU. a declarar la guerra a las fuerzas del Eje.

------

La guerra en el Perú

La guerra contra Japón no se limitó a Oriente. Al otro lado del Pacífico, en nuestro país, los ciudadanos nipones y sus descendientes también pasaron por tiempos oscuros.

“Había mucha angustia sobre lo que pasaba en Japón. El 70% de la presencia japonesa en Perú es okinawense. Entre abril y junio del 45, se libró la batalla de Okinawa. [La isla] fue destruida y muchos de los que vivían aquí perdieron familiares. Las bombas atómicas fueron la cereza del pastel”, comenta la investigadora Doris Moromisato.

Además, señala, la guerra exacerbó un antijaponesismo que ya existía. Tras el ataque a Pearl Harbor, se rompen las relaciones diplomáticas entre Tokio y Lima y empieza una persecución a los migrantes japoneses con el fin de deportarlos a campos de concentración en EE.UU.

Eduardo Yanahura, expresidente de la Asociación Peruano Japonesa, tenía casi seis años cuando cayó la bomba atómica. Aunque él nació aquí, su padre era natural de Hiroshima.

Tripulación del Enola Gay. (Foto: AFP)
Tripulación del Enola Gay. (Foto: AFP)

“Fue una época muy difícil para japoneses, hijos de japoneses e hiroshimanos. Muchos debieron esconderse. Corrían el riesgo de ser arrestados y llevados al panóptico, que estaba frente al Palacio de Justicia. Ahí trasladaban a los japoneses para luego deportarlos. Mi padre fue perseguido. Era una suerte de dirigente de los pequeños restaurantes. Su negocio fue saqueado. Éramos nueve hermanos y mi madre nos tenía que mantener porque mi papá debía estar escondido. Fue un sufrimiento muy grande el que pasamos, pero así es la guerra”, cuenta don Eduardo.

Se calcula que unos 1800 japoneses fueron deportados del Perú a campos como Crystal City, en Texas.

De acuerdo con Moromisato, se expulsó sobre todo a quienes tenían negocios. “Había intereses para quedarse con propiedades”, agrega.

Al final de la guerra, el Perú no permitió el retorno de los deportados. Se vieron obligados a quedarse en EE.UU., donde eran discriminados, o ir a Japón, que estaba destruido.

“La guerra es lo peor que puede haber, y siempre hay vencedores y vencidos. Pero lo que mi padre siempre nos inculcó es que somos peruanos y debíamos hacer algo por el Perú. Nunca guardó resentimiento, a pesar de haber sido perseguido. Ahora lo que propone Japón es la paz, sobre todo Hiroshima”, manifiesta Eduardo Yanahura.

----

VIDEO SUGERIDO:

San Martín: PNP incauta más de 300 kilos de droga y descubren pista de aterrizaje clandestina 08/08/
En el sector de Lupuna, región San Martín, agentes de la Dirandro incautaron más de 300 kilos de cocaína