La elección del nombre papal no es un gesto simbólico menor. A menudo encierra un mensaje sobre el camino que el nuevo líder de la Iglesia Católica pretende seguir. Al asumir el pontificado, Robert Francis Prevost escogió llamarse León XIV, una decisión que remite directamente a León XIII, una de las figuras más influyentes del catolicismo en tiempos de grandes transformaciones sociales.

León XIII —cuyo nombre de nacimiento fue Vincenzo Gioacchino Pecci— fue elegido papa en 1878, en un contexto marcado por la pérdida de los Estados Pontificios y los profundos cambios provocados por la industrialización.

Desde el inicio, destacó por su interés en las cuestiones sociales, particularmente con la encíclica Rerum Novarum, publicada en 1891. En ella rechazaba tanto el socialismo como el liberalismo extremo, y defendía que el Estado debía tener un rol protector frente a los abusos del capital sobre los trabajadores, sin llegar al intervencionismo.

Por esa postura, León XIII fue llamado “el Papa de los obreros”, ya que alentó la formación de asociaciones obreras y la defensa de los derechos laborales, pero siempre bajo una perspectiva cristiana de justicia social. Su pensamiento influyó fuertemente en la doctrina social de la Iglesia durante el siglo XX.

Que Robert Prevost haya optado por el nombre León XIV no solo marca un homenaje, sino también una posible continuidad con ese legado: una Iglesia comprometida con las necesidades del pueblo, sensible a los desafíos sociales y abierta al diálogo.

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