No fue una figura del alto clero ni una autoridad vaticana, pero su presencia destacó entre los primeros dolientes que se acercaron al féretro del papa Francisco en la Basílica de San Pedro.
La monja franco-argentina Genevieve Jeanningros, de la Congregación de las Hermanitas de Jesús, permaneció más de 20 minutos en oración frente al cuerpo del Pontífice, visiblemente conmovida.
A pesar de que el protocolo señalaba que los primeros en despedirse serían cardenales y miembros de los dicasterios vaticanos, Sor Jeanningros se colocó discretamente en un lateral, sin ser detenida. Su cercanía con el papa Francisco, quien la llamaba cariñosamente “la enfant terrible”, le habría abierto paso sin necesidad de títulos ni invitaciones.
La religiosa realiza una labor pastoral silenciosa y comprometida en Ostia Lido, una zona periférica de Roma, donde acompaña a feriantes, artistas de circo y personas trans en situación de vulnerabilidad.
Genevieve Jeanningros también carga una historia marcada por la memoria: es sobrina de Sor Leonié Duquet, una de las monjas francesas desaparecidas en la dictadura argentina. Su cuerpo fue hallado en una fosa común junto al de Esther Ballestrino de Careaga, quien fue jefa de Jorge Mario Bergoglio antes de que ingresara al seminario. La despedida de Sor Jeanningros, íntima y silenciosa, fue también un acto de memoria y afecto por una amistad forjada en el dolor y el compromiso.
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