Javier Pérez de Cuéllar - JPC, que partió a los 100 años, hoy cumpliría 102. Es el peruano más universal del bicentenario. Para él el destino había reservado la membresía del ecumenismo diplomático. Ocupó el altísimo cargo de secretario general de la ONU por dos veces (1982-1991). JPC había nacido para ser diplomático. Ingresó muy joven a la Cancillería sin que aún fuera fundada la Academia Diplomática del Perú, lo que recién se hizo en 1955. Abogado e internacionalista, fue Miembro Titular y es Miembro Emérito de la Sociedad Peruana de Derecho Internacional, a la que me honro en pertenecer. Antes de llegar a la ONU, fue embajador en Suiza y en la Unión Soviética, y concurrente en Polonia.

Su coronación en la ONU se produjo, por ironía del destino, a poco de haber sido vapuleado en el Congreso impidiéndole asumir la embajada en Brasil por revanchismos infundados. Había sido secretario general del ministerio de RR.EE. en el momento del golpe de Estado de Velasco, olvidándose sus detractores que los diplomáticos no sirven al gobierno de turno sino al Estado, y solamente confirmando que nadie es profeta en su tierra.

Su elección en la ONU reflejó la necesidad de contar con un líder equilibrado en política internacional para una etapa de grandes cambios en el mundo. Vio la retirada soviética de Afganistán (1989), coadyuvó en el fin de la guerra entre Irán e Irak (1980-1988) y sacó lustre a su brillante gestión con la firma de la paz en El Salvador, el último día de su mandato (31.12.1991). Como canciller demostró que la diplomacia se ejerce con carácter y sin pelear, obligando a Chile a retirar una caseta de vigilancia colocada dentro del territorio peruano (2001).

Cuando fui decano en la UTP, y a iniciativa del excanciller Rodríguez Cuadros, la facultad que presidí y el claustro universitario, le impusimos solemnemente la Medalla “Raúl Porras Barrenechea”. Luego, al permitir que la ADP “Igor Velásquez Rodríguez” cambiara de nombre por el suyo, lo critiqué en mi columna “EL NOMBRE DE LA ACADEMIA DIPLOMÁTICA DEL PERÚ” de 30.08.2015, y jamás me mostró ninguna represalia por ello, salvo un miembro del SDR, dizque allegado, siempre queriendo congraciarse con la enorme figura de nuestra historia diplomática, a cuyo velatorio asistí y oré en la capilla ardiente levantada en Torre Tagle por su partida.

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